LAGOA (PAISAJES COSTEROS) - PORTUGAL

Vamos a introducirnos con nuestra imaginación dentro de una postal de ensueño para realizar un viaje fascinante…
Estamos en el Algarve portugués (distrito de Faro), en Lagoa, cuyo término municipal alberga seis freguesías (aldeas) y diecisiete kilómetros de costa. Solo mostraremos una pequeña porción, extrapolable a la totalidad, de ese inmenso paraíso de paisajes costeros.
Lo primero que llama la atención es el descomunal paisaje, cargado de contrastes entre los que destacan principalmente sus aguas turquesas y los enormes y desafiantes acantilados.
Tenemos ante nuestros ojos una de las visiones morfológicas y geológicas más bellas de Europa. Rocas calizas procedentes de formaciones sedimentarias mesozoicas y cenozoicas que en continua erosión van creando esta preciosa kárstica costera, una especie de accidente geográfico que constituye un límite pronunciado del continente con el mar.
Aquí la naturaleza parece haber querido demostrar al hombre que tiene sus mismas o mejores habilidades arquitectónicas, tallando durante millones de años, con paciencia infinita, con delicadeza y con las mejores herramientas: el viento y el agua, estos asombrosos ejércitos rocosos. El resultado de este asombroso trabajo son unas formaciones rocosas impresionantes que se destacan con sus colores rojizos y ocres, dorados acantilados de arenisca, con sus ángulos imposibles sobre el azul turquesa y verde esmeralda de las aguas del Atlántico.
Son los distintos jinetes erosivos los que han esculpido maravillosos y caprichosos arcos, grutas, cuevas (con sus lagos interiores) y unas estructuras curiosas llamadas algares, que son pozos verticales que conectan la superficie a una intrincada red de galerías subterráneas que desembocan en el mar. Nos hemos recreado un poco en uno de ellos, con su hueco u óculo exterior.
Y entre estos acantilados el océano irrumpe en el silencio, creando paisajes donde el mar y la tierra parecen estar librando una continua y preciosa batalla. Y en esta lid, parte de la montaña se fragmentó y propició el surgimiento de diminutas y preciosas playas solitarias frente a islotes de piedras de diferentes formas y tamaños. Playas de arena fina y dorada acariciadas por las frescas aguas turquesas oceánicas: Grande, Pintadinho, Caneiros, Mato, Carvoeiro, Vale de Centeanes, Carvalho, Benagil, Marinha, Barranquinho, Albandeira, Barranco, Nova, Senhora da Rocha y Cova Redonda son solo algunos ejemplos de estas encantadoras playas.
Aparte de la percepción visual, todos los sentidos entran en acción. El Atlántico, casi siempre indómito, nos acaricia con su brisa marina; los gritos del mar enfurecido suben por las cavernas…
Ante este paisaje de un bellísimo collage, solo nos queda fascinación y admiración: aromas de sal, los sonidos del viento, el azul del cielo, los ocres de los acantilados, el conmovedor Atlántico en su furia, vestido de azul, el verde de la vegetación circundante, y las gaviotas, tanto las comunes como las reidoras, celosas de sus nidos inaccesibles.
No nos podemos contener más, ya solo nos queda lanzar al aire, en forma de grito, todas las interrogaciones retóricas que surjan de nuestras almas.
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