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La tana Ferro posee un mal humor infinito. Todas las mañanas se levanta, se sienta con las piernas sobre la silla, enciende un cigarrillo, omite saludar a su marido y comienza a destilar una lista de quejas, escandalosamente cómicas, sobre cuestiones banales. Mientras tanto su pobre marido termina yéndose ofuscado, derrotado ante esa mujer marcada por la intolerancia y el fastidio.