Los 5 (difíciles) pasos para vivir de la escritura

[@marthaelenasanchezhernande8765]

Cómo siempre, excelente video. Muy buenas recomendaciones. Sobre todo, el curso la escritura detrás del espejo vale oro.

[@DiariosdeHyle]

Olé, Martha! Siempre un gusto leerte. Gracias por todo el cariño. Y aquí estoy para sus dudas, H.

[@matreronegro9530]

Muy buenas recomendaciones. Lo he intentado, quizás mis textos no tienen la madera suficiente. Está muy bueno intentarlo, hay que hacerlo y hay que saber que no será fácil

[@DiariosdeHyle]

Mi Camarada Matrero, Acabas de dar en el clavo: hacerlo, hacerlo y hacerlo.... Pero comprender que no debe ser un martirio, si no, una completa alegría. Ese es el camino del arte. H.

[@chairconseg2061]

Muchas gracias poe tus recomendaciones. En mi caso tengo un sueño muy simple y es tener mi libreria.

[@DiariosdeHyle]

Eso y ser excelentes escritores. Vamos juntos. H.

[@j-francisco4895]

Tengo una duda profesor, es necesario llevar a derechos de autor cada cosa que escriba por si me roban el texto?

[@DiariosdeHyle]

Francisco, amigo. Yo solo protejo la obra que está realmente terminada. Los dos libros que he escrito los tengo bajo derecho. Y la futura obra que estoy escribiendo con empeño y seriedad, no la compartiré hasta estar terminada y bajo derechos. Sin embargo, los cuentos y poemas que comparto en el canal, aquellos que salen en el día a día, las reflexiones, la obra más informal, vive en mi espacio y sé que cualquier duda la puedo aclarar por las fechas de publicación. Espero haber ayudado, H.

[@carlosrodolfo453]

con permacultura

[@DiariosdeHyle]

Jajajaja. D.

[@elhombrecitodelcampanario]

O sea, que lo principal, en conseguir la "plata" para poder empezar... gran problema...

[@DiariosdeHyle]

Nooooo! Una carrera artística es para toda la vida. Entre antes comiences a construir tus redes, mejor. Solo no dejes el laboratorio de escritor: el estudio de tu arte. El crecimiento siempre es paulatino. Y necesitarás ambos pilares. H.

[@Ritisima]

A mí me gustaría ser editora.....y eso que escribo jajajs

[@DiariosdeHyle]

Qué lindo! Ya nos invitarás a tu editorial. Si lo merecemos, claro! D.

[@Ritisima]

@@DiariosdeHyle ojalá !!! ya no llego, demasiado mayor....pero bueno, quién sabe !

[@elhombrecitodelcampanario]

Te faltó decir que SIN TALENTO ninguna funciona.

[@DiariosdeHyle]

El talento se desarrolla, querido amigo, es más una meta que una cualidad. D.

[@matreronegro9530]

Muy malas mañas tenía Jacinto Jacinto Eneldo Mattos Aldave, por mayores señas reconocidas, oriundo de San Ramón, era ciego de nacimiento y se podría jurar que el tipo te veía clarito, sabía lo que estabas haciendo y, más peor aún, sabía lo que estabas pensando. Era cosa de no creer la habilidad de aquel fenómeno. Dicen que allí, en San Ramón había nacido Tita Merello, pero esa es otra historia: “los que dicen que soy chueca no me han visto en camisón”. Y el ciego Jacinto era experto en contar cuentos, cuentos de contar en rueda con amigos, con voz pausada y cautivante, acompañada de algún gesto imprescindible, que formaba parte del cuento, porque, de algún modo, los cuentos de Jacinto eran cuentos con escenografía; si en el cuento había un poncho importante, se podía ver el poncho en la mano desnuda de Jacinto, de Jacinto Eneldo Mattos Aldave, porque Jacinto era hombre de dos nombres y dos apellidos, no vaya a creer, allí en San Ramón, la ciudad cuartelera, donde los negros no podían entrar al Club Centro Unión, que sólo era para personas de bien, es decir los Corso, los Bove Arteaga, los Lenzi, los Scarpa y gente como uno, como los accionistas de la Caja Popular, el banco de los Corso y el obispo de San Ramón, Monseñor Orestes Nuti, el banco donde Jacinto había trabajado en negro, cobrando un sueldo miserable, por fondos de la contabilidad clandestina, de los intereses de los remates de ganado que se comercializaban en la feria de “Mejoramiento Holando”. Jacinto también era un experto lavando vidrieras, baños y pisos, que ni el mejor vidente dejaba tan impecables. Y no quiero irme por las ramas porque cada historia tiene múltiples historias. Historias que esconden el fétido olor de las alcantarillas. Acaso por el mismo Jacinto, que tanto nos ha dado, es mejor volver al principio, aunque tampoco es bueno olvidar la podredumbre de sotana, corbata, traje y cuello blanco. A propósito, es bueno decir que Jacinto nunca usó corbata ni pisó el aristocrático Club Centro Unión y no porque no lo dejaran entrar; pero también hay gente buena que usa corbata y sacerdotes como el padre Cacho, siempre perseguido y amonestado por la institución filántropa del Vaticano, como había sucedido con Pedro Valdo y tantos otros que seguían la prédica de Jesús: “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre al reino de los cielos”. Prefiero volver con Jacinto. ¡Qué personaje Jacinto! Sus dichos eran una comidilla en el pueblo: “Sos tan caradura que no te puedo ni ver -dijo Jacinto”, “si llo-viera -dijo Jacinto- y había bruta seca”, “sé que te gusto y ni siquiera te miro -dijo Jacinto” y otras tantas por el estilo. Era un fenómeno, sin duda. Fue memorable aquel día que Jacinto nos contó el cuento del “Concurso”. Es imposible contarlo como él lo contó, ni Mandrake podría. A riesgo de terminar destrozando aquella obra de arte, voy a intentar reproducirlo. El día que yo nací, etcétera, etcétera. No vayan a creer que un ciego no puede pintar, claro que puede. Sin ir más lejos, yo he pintado varios cuadros, no serán muy buenos, pero tampoco se podrá decir que les faltan carácter. Claro que Marisa me ayudaba, ella le ponía tarjetas en braille a los frascos de colores y con eso era más que suficiente. A Marisa le gustaban mis cuadros y cada tanto llevaba algún amigo para que los viera. Un día vino una persona que se supone que algo sabía y me propuso hacer una exhibición por cuenta de él, él afrontaba los gastos, trámites y preparativos; si se vendía algún cuadro, él recibiría el diez por ciento. Me gustó. Se hizo la exposición y se vendieron todos los cuadros. Él ganó más de lo que hubiera pensado y yo me quedé contento, la plata era lo de menos. Entonces me puse a pintar con más ganas y me presenté a varios concursos de pintura, gané algunos, en otros tuve menciones, taba güenazo aquello. Nadie sabía que era ciego, siempre me presentaba con el estricto sinónimo de “El hijo de mi Madre”. Y ahí fue que se complicó: un día vino uno de esos tipos que organizaban concursos de pintura y me ofreció una importante suma de dinero para que yo hiciera de jurado del concurso. No lo miré como para partirlo al medio, claro, porque no podía, apenas le dije: ¡por que no te vas a la reputísima madre que te recontra mil parió! Claro que mi traducción es una caricatura del cuento de Jacinto, sería imposible recordarlo punto por punto; entonces no había celulares ni grabadoras disponibles, incluso así tampoco podrían quedar los gestos irreproducibles, tal vez si hubiera habido video, ¡qué lástima, no!, la tecnología siempre llega demasiado tarde. Bueno, pero aquello había pasado hace tiempo y ahora estaba el fuego prendido y la damajuana llena; es decir, hace poco estaba llena, pero todavía quedaba bastante. A Jacinto también le gustaban las copas, a todos no gustaban las copas, por eso nos reuníamos para hacer un asado donde siempre había más vino que carne, esa era la idea. Jacinto no era el único que contaba cuentos, cuando había que probar el vino por las dudas de que no estuviera picado, no bien se encendía el fuego, ya empezaba la ronda de cuentos y más que una obligación, era una necesidad que cada uno por turno, en la redondilla, fuera contando su cuento. El problema era que los otros cuentos eran cuentos nomás, cuentos de morondanga, para llenar el trámite; los cuentos de Jacinto eran otra cosa. Era más que sabido que cada uno contaba su cuento para esperar el cuento de Jacinto. Los cuentos de Jacinto empezaban casi siempre del mismo modo: “el día que yo nací, miré para todos lados y no vi nada, ¿dónde se habrán ido todos? me pregunté y ahí fue que me dieron la consabida palmada en el culo”. Los demás cuentos de nosotros eran “más aburridos que bailar con la hermana”, diga que el vino ayudaba mucho y la expectativa también: “¿con qué se vendrá Jacinto?” nos preguntábamos cada uno, sin animarnos a decirlo en voz alta; seguro que él también lo sabía, porque siempre sabía todo, veía todo lo que nosotros no veíamos y sabía lo que pensábamos. Un fenómeno el Jacinto. Llegado el turno de Jacinto, acarició el vaso, tomó un traguito manso, lo paladeó pausadamente como catador sibarita entendido y luego, con la pose afectada de un poeta florentino nos dijo: “hoy no traje ningún cuento”.

[@JoséRefugio-e5t]

Buenas noches. La persistencia es importante en este oficio, además del aprendizaje. En tus textos, lo positivo que veo es la facilidad de expresión para escribir un borrador. Es importante ser positivo (no tanto la fe ciega). Lo consiguiente, en mi opinión, es buscar después la concisión y la fusión en el texto. Por ejemplo: "Los cuentos de Jacinto eran otra cosa. Luego de encender el fuego para el asado -donde nos reuníamos para comer y beber a raudales- comenzábamos a contar cada uno en redondilla un cuento: un mero trámite previo a la llegada de Jacinto. Sus propios cuentos comenzaban generalmente así: (...)". Ahora bien, pecando de crítico, tus dos textos tienen un desarrollo, pero como que el final no conecta. De todas maneras, una sugerencia: introduce indicios que expliquen el final. ¿Jacinto era negro, además de ciego? ¿Por qué no quiso contar un cuento? ¿Por la palmada en el trasero? Si la clave fue esto último, podría agregarse: "Jacinto al principio lo tomaba en chunga. Pero tal gesto recurrente le fue apagando. No lo vimos venir, ya que siempre reíamos con él, y luego olvidábamos todo". Respecto al segundo cuento: no tengo problema con tus expresiones. Pero tu final me parece simple. Aunque pudiese servir como el comienzo del final: "Terminada la perorata, ella fue aplaudiendo, sonriendo sarcásticamente: "-Ok... ¿Y qué? ¿Los ángeles también se echan pedos?" Mario se ofendió. No tanto por persignado, sino porque una mujer tan bella como ella, lo menospreciara. "-Tú no entiendes". "-Ajá." ¿Qué pasará después? Te lo dejo de tarea. Me despido cordialmente.

[@DiariosdeHyle]

Mi Camarada, La practica es la diferencia entre el artista y el aspirante. Esa pulsión mantiene en ritmo al arte. Escribir y reescribirnos: vaciar y llenarnos nuevamente. Y tú, hermano, estás logrando lo más difícil: escribir... Y lo casi imposible: compartirte... sin pena y sin miedo... Porque mientras tú sigas cosechando textos, los tibios nos iremos quedando detrás. Esa fuerza, mi camarada, es el talento. ¡Brindo por eso! Me llena de alegría tu actitud creadora. Mi intención es que todos los escritores del canal, los que verdaderamente tengan el alma en el arte, tengan esta misma actitud. Y si lo logramos, haremos un movimiento literario, una disciplina de poder, una comunidad de pensamiento. Cambiaremos nuestra realidad a través de cambiarnos a nosotros mismos. Que es la única manera de verdaderamente ayudar. Por eso, celebro y agradezco mucho el comentario de José, porque como tú, es otra persona que verdaderamente está en el fuego del arte. Y siempre hay que escuchar a nuestros compañeros. Pero nunca dejarse llevar por ninguna opinión: ni crítica, ni halagadora. Sobre el texto... Me enfocaré en Jacinto porque veo tu empeño en esa historia: buen inicio (como acostumbras), buenas diabluras para crear atmósferas y... es la primera vez que encuentro una voz narrativa en tus textos. Un personaje que cuenta, que realmente existe, que tiene una forma de hablar y una manera particular de ver el mundo. Una voz que no eres tú. Una voz que creaste para salir y explorar. Una voz que no es abstracta ni vive en la razón. Que se siente. Que vive en el cuento. Y esta vez, celebremos eso. Sigue trabajando en la redondez de las historias. Vaciarte de tal manera que sientas que el cuento no puede llevar ni una palabra más. Que terminó fatalmente. Que sería imposible agregarle una coma. Y reescribamos, siempre. H.

[@DiariosdeHyle]

José, camarada. Me encantó reencontrarte por aquí. Gracias por cada palabra. Te estaba pensando también en mi respuesta a Matrero. Ojalá puedas pasearte. H.

[@matreronegro9530]

Tu encanto angelical -Tienes un rostro y una voz angelical. -¿Y tú qué sabes de los ángeles? -Enelda lo miró a los ojos con afectada impertinencia. -Más bien soy experto en demonios -le respondió Mario con una sonrisa burlona. -A ver ¿cómo es eso? -Es un tema muy largo. -Te escucho: no tengo apuro. A Mario le encantaba dar sus “conferencias”. Era discípulo de Alejandro Dolina y digo discípulo porque no se perdía ningún programa o retransmisión de “La venganza será terrible” e incluso había leído “Crónicas del Ángel Gris” o por lo menos eso decía, aunque creerle a Mario era un riesgo bastante arriesgado. Lo cierto fue que allí empezó su perorata. Comenzó con el daimón de Sócrates, tal vez una especie de ángel personal que generalmente lo censuraba, creo que iba por ahí. Siguió con Lucifer, que también era un ángel, pero un ángel malo. Habló de una especie de jerarquía demoníaca de íncubos, súcubos y demonios que fueron exportados desde Babilonia a los hebreos, juntos con las prácticas de exorcismo, que incluían el primer nivel de los sacerdotes católicos. Y viendo que Enelda lo escuchaba atentamente, continuó con la jerarquía de los ángeles, incluyendo algunas bromas sobre el sexo de los ángeles, las discusiones bizantinas y un cuento de Mario Benedetti con ese título. Mario, nuestro Mario no el poeta de la sencillez profunda, se sentía como calamar en su tinta. “Los arcángeles eran siete y sólo se conoce el nombre de tres: Miguel, Rafael y Gabriel”; siguió con serafines, querubines y una larga serie de ángeles de segunda y de tercera y de cuarta. Puso un acento importante en los “ángeles de cuarta”, supuestamente “potestades” y “principados” y finalizó volviendo al sexo de los ángeles; citaba de memoria un supuesto versículo del Génesis: “y viendo los ángeles de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, le hubieron hijos”, para terminar diciendo “si la traducción no me engaña, eran machitos los ángeles” y cerró la perorata con risas que sólo él festejaba. Enelda lo aplaudió sarcásticamente. -Yo también tengo mi versión sobre los ángeles. Mario la miró callado, con un gesto de interrogación. Enelda tomó el hornillo de cerámica que usaba para la aromaterapia, derramó unas gotas de aceite de lavanda y encendió la vela. A medida que el aceite desplegaba su deleitable aroma, la vela empezó a chisporrotear. -¿Qué es eso? -preguntó Gabriel, preocupado por aquel ruido asordinado y perturbador. -Tienen ese inconfundible perfume a lavanda, aunque generalmente no hacen ruido: son los pedos de los ángeles.

[@DiariosdeHyle]

Mi Camarada, La practica es la diferencia entre el artista y el aspirante. Esa pulsión mantiene en ritmo al arte. Escribir y reescribirnos: vaciar y llenarnos nuevamente. Y tú, hermano, estás logrando lo más difícil: escribir... Y lo casi imposible: compartirte... sin pena y sin miedo... Porque mientras tú sigas cosechando textos, los tibios nos iremos quedando detrás. Esa fuerza, mi camarada, es el talento. ¡Brindo por eso! Me llena de alegría tu actitud creadora. Mi intención es que todos los escritores del canal, los que verdaderamente tengan el alma en el arte, tengan esta misma actitud. Y si lo logramos, haremos un movimiento literario, una disciplina de poder, una comunidad de pensamiento. Cambiaremos nuestra realidad a través de cambiarnos a nosotros mismos. Que es la única manera de verdaderamente ayudar. Por eso, celebro y agradezco mucho el comentario de José, porque como tú, es otra persona que verdaderamente está en el fuego del arte. Y siempre hay que escuchar a nuestros compañeros. Pero nunca dejarse llevar por ninguna opinión: ni crítica, ni halagadora. Sobre el texto... Me enfocaré en Jacinto porque veo tu empeño en esa historia: buen inicio (como acostumbras), buenas diabluras para crear atmósferas y... es la primera vez que encuentro una voz narrativa en tus textos. Un personaje que cuenta, que realmente existe, que tiene una forma de hablar y una manera particular de ver el mundo. Una voz que no eres tú. Una voz que creaste para salir y explorar. Una voz que no es abstracta ni vive en la razón. Que se siente. Que vive en el cuento. Y esta vez, celebremos eso. Sigue trabajando en la redondez de las historias. Vaciarte de tal manera que sientas que el cuento no puede llevar ni una palabra más. Que terminó fatalmente. Que sería imposible agregarle una coma. Y reescribamos, siempre. H.