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Hay numerosísimas pruebas de que estamos destinados a grandes y sublimes hechos y que nuestro patrimonio es la abundancia y no la pobreza. La miseria y la penuria no son el estado normal en la naturaleza del hombre; pero nuestra falta está en que no tenemos la confianza que deberíamos tener en el bien que Dios nos ha reservado. No nos atrevemos a dar alas a los anhelos de nuestra alma, y como tan sólo pedimos y esperamos menudencias, no se abre nuestra suerte al caudaloso flujo de la abundancia. Tan restricta es nuestra mentalidad y tan oprimida está la expresión de nuestro ser, que pensamos ruin y mezquinamente, contrariando la plena fe que habría de tener el alma en recibir cuanto anhelosamente pidiera.