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Quedaban apenas un par de días para el Homenaje a Antonio y allí estábamos, bajo la atenta mirada de una enorme foto a color de él, guitarra en mano, el otro brazo, en alto, dando su consentimiento, el pistoletazo de salida.
Justo frente a nosotros, de nuevo, una guitarra suya, pero esta vez abrazando a otro Vega, esta vez sí, en carne y hueso. Su hermano Carlos: emocionado, nervioso, superado por unos días cargados de trabajo a veces ingrato, innumerables preocupaciones, noches sin dormir, jornadas al borde del colapso.
Un, dos, tres, marcan las baquetas. Suena la guitarra y todo se olvida aunque tiemblen la voz y los recuerdos. Nada importa entonces que Carlos no sea cantante y su emoción pese casi tanto como el cansancio acumulado.
Porque fue así como nos arrastró hacia un territorio compartido: amigos, músicos, técnicos, reporteros... hacia el éxtasis de un final de canción aún más gigante porque en esa sala quedó suspendido "un no sé qué" entre tanto suspiro que alguien se atrevió a romper con un espontáneo ¡¡toma ya!!...
Y ya lo creo que lo tomamos...