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Maracaibo de noche, ciudad de destellos dorados,
Donde el calor se estremece en rincones acalorados,
Las luces se encienden, el horizonte se ilumina,
Y en tus calles vibra una energía divina.
En el Gaitero, resuenan los acordes del furro,
Mientras la parranda zuliana les hace dar lo suyo,
Los tambores y las maracas se desatan sin cesar,
Y el joropo se funde con el viento al bailar.
Maracaibo de noche, tus avenidas se despliegan,
Como ríos de carros que fluyen sin tregua,
El Puente Rafael Urdaneta, majestuoso va y viene,
Y es testigo silente de amores que se contienen.
El Lago de Maracaibo refleja las luces en su faz,
Como un espejo mágico que todo lo desvela,
Y sus aguas danzan en complicidad con el viento,
Espejando los sueños que desfilan en el momento.
En Las Pulgas, la vida bulle y se agita,
El aroma del chicharrón incita y excita,
Y entre puestos de comida y risas alborotadas,
La esencia maracucha se siente, desbordada.
Maracaibo de noche, tus iglesias iluminadas,
Son testigos mudos de historias entrelazadas,
La Basílica de Chiquinquirá, templo celestial,
Custodia las promesas y las lleva al altar.
En el Malecón, el aire se llena de brisa marina,
Y las palmeras rasguñan el cielo con su cortina,
Los enamorados se pierden en cada esquina,
Y las almas se abrazan en la noche divina.
Maracaibo de noche, tu encanto se hace eterno,
En cada paso, en cada encuentro, en cada invierno,
Eres luz que siempre brilla en la oscuridad,
Una joya incomparable en mi patria celestial.