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Marta llegó tarde a la estación de Santa Eugenia. Desde el convoy, mientras se cerraban las puertas, sus amigas le hicieron muecas de burla: "otra vez has vuelto a llegar tarde". Unos minutos después, el vagón en el que viajaban explotaría unas estaciones más allá, en el Pozo del Tío Raimundo. Eran las 7:38 minutos de aquel día.