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En este pasaje vamos a ver como Dios toma la iniciativa para acercarse al que está perdido. Moisés no sabía qué o quién estaba en la zarza ardiente pero Dios sí conocía a Moisés. El Dios eterno se acercó a un ser finito, pecador, perdido y le extendió su salvación a través de darse a conocer a él a través de revelarle su nombre lo que implicaba revelarle quién era Dios en sí mismo. El nombre simbolizaba todo lo que era y hacía. El nombre expresa el carácter y la naturaleza de quien lo poseía.