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Cuando Dios comienza a ser parte de mi vida y mi ser, entonces yo comienzo a ser santo como Él. La santidad no se refleja en la cara, ni en la ropa sino en el servicio. El cristianismo se demuestra en obras de amor a Cristo y al prójimo. Es fruto de la gracia de Dios. "Sean santos, porque Yo soy Santo" nos dice el Señor.