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La humanidad ha dado demasiada importancia a la cabeza y ha olvidado el corazón, lo que ha generado un desequilibrio. La cabeza, representada por el avance tecnológico y la lógica, es destructiva, mientras que el corazón, que nos conecta con la alegría, el amor, la belleza y la creatividad, ha sido relegado. Las instituciones educativas y nuestra sociedad valoran la productividad sobre la creatividad, lo que ha llevado a la desaparición de la poesía, el arte y otras formas de expresión que nutren el alma. Se propone que el corazón debe regresar, recuperando la sensibilidad por la naturaleza, la música, el amor y la creación verdadera. Sin este equilibrio, seguiremos creando un mundo desolado y sin alma.