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La Agenda 2030 es un conjunto de desafíos globales que las Naciones Unidas presentó en el año 2015 con la finalidad de poner fin a la pobreza, proteger el planeta, asegurar el acceso a los derechos básicos y fundamentales para todos los habitantes y garantizar un mundo de paz y prosperidad. Los Objetivos para el Desarrollo Sostenible son una serie de 17 metas a cumplir que tiene la humanidad para frenar el deterioro del medio ambiente y mejorar las condiciones de vida de las personas en todo el mundo. El ODS 14 es sumamente importante, ya que trata sobre el cuidado y la protección de la vida submarina en los mares y océanos.
Este objetivo invita a la humanidad a conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos. ¿Por qué esto es importante? Porque los océanos son el soporte vital de nuestro planeta y regulan el sistema climático mundial. Constituyen el mayor ecosistema del mundo, albergan casi un millón de especies conocidas y presentan un enorme potencial científico sin explotar.
En total, cubren tres cuartas partes de la superficie terrestre, contienen el 97 % del agua de la Tierra y representan el 99 % del espacio vital del planeta por volumen. Además, proporcionan recursos naturales clave como alimentos, medicinas, biocombustibles y otros productos; ayudan a descomponer y eliminar los residuos y a reducir la contaminación; y sus ecosistemas costeros contribuyen a reducir los daños causados por las tormentas. Por último, son, junto con los árboles, los que absorben la mayor cantidad de emisiones de carbono, algo que evita la incidencia del efecto invernadero en el planeta.
Este ODS tiene 7 metas, con la particularidad de que algunas tenían fecha de cumplimiento en el 2020 y otras lo tienen para el 2025. En principio, digamos que las planteadas para el 2020 no se alcanzaron y todo este ODS corre serio riesgo de no cumplirse si los Estados no asumen un compromiso mayor y toman medidas al respecto.
La meta 14.1 apunta a prevenir y reducir significativamente la contaminación de los mares. Existen dos formas de contaminación determinantes. Una es el plástico, que es el tipo de desecho marino más dañino. Para el 2021 existían más de 17 millones de toneladas métricas de plástico contaminando el océano, una cifra que se duplicará o triplicará para el año 2040. El problema es que en los últimos 40 años la producción de plástico se multiplicó por cuatro mientras que los niveles de reciclado continúan inferiores al 10 %. Buena parte de los desechos que no se reciclan terminan en los mares y océanos.
La otra forma de contaminación es la eutrofización. Este fenómeno consiste en el exceso de nitrógeno y fósforo en un ecosistema acuático, lo que favorece el excesivo crecimiento de materia orgánica y el surgimiento rápido de algas y otras plantas verdes que cubren la superficie del agua. Estas algas provocan el agotamiento del oxígeno, dañan la vida marina, contaminan peces y mariscos y dañan las zosteras y los arrecifes de coral, entre otros efectos.
La meta 14.3 pretende minimizar y abordar los efectos de la acidificación de los océanos. El exceso de acidez en el agua marina amenaza la supervivencia de la vida marina y perturba la cadena alimentaria. El nivel de acidez del agua es un 30% más alto que hace dos siglos. Esto se produce como consecuencia de la absorción de las emisiones anuales de dióxido de carbono que realizan los océanos. A mayor cantidad de gases de efecto invernadero, mayor es el trabajo que realizan las aguas marinas para absorberlos y, por ende, aumenta el nivel de acidez.
El resto de las metas hacen referencia a la pesca industrial, en donde se han logrado algunos avances en cuanto al control global de esta práctica. A mitad de camino del 2030, los países asumieron nuevos compromisos, como la firma del Tratado de Alta Mar, sobre la protección de la biodiversidad marina en aguas internacionales.
La salud del agua de los mares y océanos es vital para la sostenibilidad del planeta. De allí que avanzar en este ODS sea crucial para el futuro de la humanidad. Por más que Misiones carezca de costas marinas, sí formamos parte de una importantísima cuenca fluvial, la Cuenca del Plata, que se integran con numerosos ríos, como el Paraná, el Iguazú y el Uruguay, que bordean nuestra provincia. ¿Por qué son importantes nuestros ríos para el mar? Porque todos ellos desembocan en el mar Argentino y el Atlántico Sur.
Hay que pensarlo de esta manera. Una botella de plástico o una bolsa del super que tiramos al río Paraná, no solo contamina nuestro medio ambiente, sino que puede viajar hasta el océano y sumarse a esa gran masa de millones de metros cúbicos de plástico que hoy lo ensucian. Por lo tanto, nosotros acá, en Misiones, también tenemos que asumir la responsabilidad de cuidar, proteger y sanar los mares y los océanos del mundo.