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Ojo al gorila
Joaquín Carbonell y Joaquín Sabina
Carbonell canta a Brassens
1996
A través de las anchas rejas
de la jaula de un bello zoo,
contemplaba un grupo de viejas,
un gorila muy juguetón.
Sin ningún pudor las comadres
señalaban cierto lugar,
que como es natural mi madre,
me ha prohibido aquí citar.
¡Ojo al gorila!
De repente se abrió la puerta
de la jaula del animal.
¿Cómo es posible que esté abierta?
alguien debió cerrarla mal.
El mono, al verse sin grilletes,
en vez de "viva la libertad"
dijo tocándose el paquete:
"Hoy pierdo la virginidad"
¡Ojo al gorila!
El guardián con gesto afligido
pensó para sí: "¡Santo Dios!
es un gorila rreprimido
y la culpa la tengo yo"
Y todas las viejas curiosas,
de que al principio les hablé,
pusieron pies en polvorosa
a pesar suyo, ¡yo lo sé!.
¡Ojo al gorila!
Incluso aquellas que miraban
al gorila como a un Don Juan
fingieron estar asustadas
por aquello del qué dirán.
El fornicio les daba miedo,
pero ustedes y un servidor,
sabemos que el "quiero y no puedo"
es un suplicio mucho peor
¡Ojo al gorila!
Todo el mundo alocadamente
huye lejos del animal.
Salvo una vieja indiferente
y un joven juez sin moral.
El mono al ver el fracaso
y que todos huyen de él,
empezó a acelerar el paso
hacia la vieja y hacia el juez
¡Ojo al gorila!
¡Bah!, decía la solterona:
"Como el mono me va a querer
si al menos fuese yo una mona
pero soy toda una mujer"
Y el juez pensaba insobornable:
"que el elegido sea yo,
es completamente improbable",
ya veremos luego que no.
¡Ojo al gorila!
Supongamos por un instante,
que igual que el mono, debe usted
elegir como dulce amante,
bien a una vieja, bien a un juez.
Pienso que si esta alternativa
la debiera decidir yo,
la vieja aún sin ser atractiva,
seria objeto de mi elección.
¡Ojo al gorila!
Pero aunque el bueno del gorila
sea Tarzán haciendo el amor
por el contrario, cuando cavila,
da más gatillazos que yo.
Con que en vez de optar por la vieja
como haríamos usted o yo
agarrando al juez de una oreja,
bajo un árbol se lo llevó.
¡Ojo al gorila!
Lo que viene después es algo
que hubiera querido contar,
pero me estimo en lo que valgo
y no quiero degenerar.
Basta decir que el juez gemía
y que luego empezó a gritar
como el hombre al que aquel mismo día,
él había mandado ahorcar.
¡Ojo al gorila!