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Cuando decimos que Dios puede cambiar una realidad, transformarla en algo distinto, mejorarla hasta convertirla en otra cosa mucho mejor. No sé trata de una linda frase o de un truco de magia y menos de una utopía.
Dios en su gracia dispone la posibilidad a su pueblo de participar en su obra por medio de la oración, siendo parte del avance de sus planes para la expansión de su reino en la tierra. Claramente al alinearnos con sus planes de bien, pedimos según conviene por qué somos conscientes de todos los beneficios otorgados. De esta manera oramos por encima de todo porque sabemos de primera mano que en su sabiduría estamos protegidos, seguros y fortalecidos.
Experimentamos la plenitud en la felicidad del fruto invaluable e ilimitado que puede tener el presente, si lo tomamos como el tesoro gratuito que nos fue otorgado.