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El hombre fue creado con la capacidad de amar, porque ha sido hecho cómo el Eterno que es amor. Y como el Eterno es uno solo, él tiene que ser la razón de nuestra vida. Vivir para él implica amarle, respetarle y cumplir sus mandamientos. El amor al Eterno tiene que brotar desde lo más íntimo de nuestro ser, desde el corazón, y luego ir saliendo por el alma y por el cuerpo.
El amor al Eterno es lo más grande que el ser humano puede tener y expresar. Amarle es superior a temerle. El temor es la respuesta correcta de los seres creados ante la grandeza del Creador. El amor es nuestra respuesta adecuada a su bondad. Nosotros amamos porque hemos recibido de su amor. Por eso el amor es el reflejo de haberle conocido. El que no ama no conoce al Eterno.
Donde no hay temor al Eterno no puede haber amor y donde hay verdadero amor al Eterno también hay temor. El temor al Eterno no contradice el amor. El que sólo teme no conoce el amor del Eterno y el que sólo ama sin temer no ama de verdad. El verdadero amor respeta y el respeto es una forma del temor. El que ama al Eterno le obedece. El que no le ama no le obedece. El que no obedece no ama.