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“Y a los que predestinó, a éstos también llamó” Romanos 8:30
El gran libro de los decretos de Dios está sellado herméticamente para la curiosidad del hombre. El hombre vano quisiera ser sabio; quisiera romper los siete sellos de ese gran libro y leer los misterios de la eternidad. Pero eso no puede ser. No ha llegado todavía el tiempo para que el libro sea abierto y aun entonces los sellos no habrán de ser desatados por mano mortal, sino que se dirá: “El León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos”