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La carne es "el enemigo dentro de las puertas". El hombre no nace corrupto pero tiene libre albedrío y desde la juventud escoge corromperse. Es necesario crucificar la carne, renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, no proveer para los deseos de la carne andando en mala compañía, escuchando malas palabras, mirando para codiciar. Hay que suprimir y no estimular los deseos de la carne, no satisfacerlos. Hay que huir de los deseos de la carne.