Ramón Masats

D. Ramón Masats, tiene el pelo abundantemente cano, a juego con sus espesas cejas y ese mostacho que no deja ver su labio. Está sentado junto a la ventana, para que la luz de la tarde ilumine el libro que lee. Quien haya visitado su casa, descubrirá con sorpresa que en ella habitan más libros que fotografías, y no parara de poner expresiones zurumbáticas conforme descubra que la gran pasión de D. Ramón nunca fue la fotografía, si no la lectura; que nunca ha dejado de leer, que nunca se ha cansado de trasegar historias del papel a la imaginación, y que se pasaría la vida haciéndolo, de hecho aún puede declarar que ha sido así. Hace años que no hace ni una sola fotografía, creo que van para tres lustros sin apretar el disparador. Un día, casi de la misma forma que descubrió la fotografía leyendo durante las aburridas tardes de la mili, la revista "Arte y fotografía"; se desamoró de ella; sin más, sin necesidad de dramas ni escenitas. Una tarde, metió la cámara en el armario y nuca más tuvo la necesidad de fotografiar nada, quizá por haberlo fotografiado todo, o quizás por que, uno de los mejores fotógrafos de España, nunca estuvo enamorado de verdad de su profesión. Fuese como fuese, la cámara y todos sus apichusques, descansan en el estante de un ármario. "¿Cual, D. Ramón?"_ "No recuerdo, muchacho, qué más da. Uno de casa". Eso sí, hace años compró para su mujer una de esas digitales. Muy útiles y cómodas, tú; se enchufa al ordenador y ves las fotos sin más. Anda por ahí, con la tarjeta llena de fotos de los gatos. D. Ramón, fija la mirada sobre el libro, la luz de la tarde decae mortecina, la oscuridad desciende las paredes, y justo en la frontera sombría, se acierta a ver un marco con una especie de diploma: "¡Ah! Sí, eso venía con el premio Nacional de Fotorgrafía, lo enmarqué con el dinero que me dieron".

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Poesia

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¡Genio!

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Sí, de hecho creo que ese es su segundo apellido.