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Voy con la incertidumbre. Con la emoción de ver de nuevo aquello que me impresiona tanto. Con la expectación de hallarme con lo que tal vez nunca vi. Voy con el temblor del que necesita la dosis de irrealidad, el viaje a los otros mundos del espíritu, del éter.
Entro. En medio de la oscuridad está ella. Porque todo lo que rodeó a Remedios Varo en su vida, todo lo que la tocó y fue suyo (vestidos, joyas, reliquias, libros, cartas, cuadernos) tiene su energía. La siento, la percibo en estos objetos que revelan cómo era. En esos aretes de coral rojo, en el lazo de piedras de colores, en los cuarzos, en el vestido blanco que le gustaba ponerse para ser feliz. 'Mujer saliendo del psicoanalist' es una de las pinturas presentes en la exposición Adictos a Remedios Varo del Museo de Arte Moderno en la ciudad de México. Aunque se llame Mujer es androginia pura. Tiene en el cuerpo las formas del Dios-Diosa y en su mano eso que confunden con la cabeza del padre o del esposo de la pintora: el hongo sagrado, Padre-Madre original. Siempre me detengo, me detiene, esta pieza hipnótica. Me llama y respondo. Me hechiza y me quedo, admirando la salida del personaje vestido de verde. Es “el que ha visto”, como llamaban los griegos de antaño al neófito que salía iniciado en los Misterios, con los ojos libres de la venda que le había cerrado la puerta a la verdad. Me llama el imán del pozo en la pintura, los círculos concéntricos de la fuente Kalichoros. Dicen que el personaje va a tirar la testa cortada que lleva en su mano. Ahí, donde el alma se purifica, Ahí, donde el Cosmos tiene su centro. No puede tirarla porque es su premio. Es la cabeza fúngica que el oficiante arranca en el rito iniciático como se hizo en Eleusis hace tanto tiempo... [Magnolia Rivera, La esencia oculta de las cosas. ContraRéplica, 2018]
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