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La ambición humana no conoce límites. Es capaz de lo indecible y cuando además es movida por el odio, no conoce la saciedad. Nunca se detiene. No le importa desatar un reinado de terror con tal de ver cumplidos sus deseos. Incluso el dinero, que casi siempre es un fin en sí mismo, pasa a segundo término. Esto lo descubrieron de la forma más horrible los miembros de la comunidad de los Osage, que no sólo fueron despojados de todo lo que tenía, sino que fueron usados, humillados y sí, asesinados.