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Lisboa, Portugal, finales del siglo doce. La ciudad bullía de actividad, sus calles estrechas y sinuosas albergaban comerciantes, artesanos y peregrinos.
Fue en este escenario vibrante que nació Fernando de Bulhões y Taveira de Azevedo, en mil ciento noventa y cinco, en una familia noble y profundamente religiosa.
Desde temprano, Fernando demostró una sensibilidad y una devoción que impresionaban a todos a su alrededor. Sus padres, Martín de Bulhões y Teresa Taveira, eran conocidos por su fe inquebrantable y su generosidad hacia los pobres.
Ellos se aseguraron de que Fernando recibiera una educación esmerada, tanto en las letras como en la fe cristiana. Su casa era un refugio de paz y oración, donde la Palabra de Dios era respetada y seguida.