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POZOS Y HOMBRES AMBICIOSOS
Por Gustavo J. Castagna
Así como BOOGIE NIGHTS construía su relato a través del pasaje de una década a otra y SYDNEY (1997), opera prima del realizador, fluctuaba entre el film de cámara y una historia convencional con personajes extraordinarios, PETRÓLEO SANGRIENTO, título número cinco de su creador, explora en una trama de ambiciones, triunfos, derrotas y una transparente confrontación de ideas entre dos universos en pugna que aclaran, por si fuera poco, la re-fundación de un país como los Estados Unidos en los inicios del siglo XX. Uno de los dos films de Anderson de mayor ambición, como luego mostraría en la posterior THE MASTER (2010), ahora la trama se sumerge en la bendita y espesa conformación de hidrocarburos y agua, allá a principios de aquel siglo, tal donde se ubica la novela original de Upton Sinclair, publicada en 1927.
Daniel Plainview (el impresionante y camaleónico Daniel Day-Lewis) llega a la cima como magnate del petróleo luego de excavar y excavar, como se lo observa en la gran secuencia inicial, unos veinte minutos a pleno silencio transmitidos a través del contacto del hombre con la naturaleza o del hombre histórico comprendido desde el máximo estadio de ambición, deseo y omnipotencia. Plainview tiene un hijo, que será protagonista de otro momento trágico e inolvidable del film, pero el enemigo de su progenitor, la opinión opuesta y al mismo tiempo el complemento ideal, será el carismático pastor pentecostés Eli Sunday (Paul Dano), exhibido por Anderson como el símbolo de la luz frente a la oscuridad satánica y agnóstica que encarna el inquieto experto en perforar la tierra.
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