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Para seguir a Dios hay que enamorarnos perdidamente de él, porque solo así podremos entenderlo. San Agustín decía: Ama y haz lo que quieras. El se refería a amar a Dios, porque cuando una persona lo hace, su mundo cambia y desea hacer todo lo que esté en sus manos para hacerlo feliz. ¿Y que lo hace feliz? No pecar, servir a los demás y sobre todo comulgar.