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El miedo a Dios y su presencia es la marca de nuestra naturaleza pecaminosa. Desde ese momento, dejamos de relacionarnos con Dios a partir del amor y comenzamos a hacerlo a partir del temor.
Pablo, hablando a la comunidad en Roma, les dice que "Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo" (Romanos 8:15a). Él viene hablando de la vida en el Espíritu en contraposición a la vida en la carne que está esclavizada al pecado. Antes vivíamos esclavos al pecado y a sus demandas, pero ahora nuestra condición es diferente. Sin embargo, parece que algunos hermanos aún no vivían bajo esta nueva realidad y Pablo debe explicarles de nuevo.