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Video del Proyecto Vivir en Común de la Revista Digital Los Anillos de Saturno, que propone ensayos desde la mirada del paseante en texto y video sobre ciudades del mundo. losanillosdesaturno.org/vivir-...
Narración: Frenesys Charlotte Bracamontes
Cámara: Fernando Reyes
Alguien me preguntó una vez: ¿Y a vos te gusta vivir aquí en Honduras? Y dije: sí, es mi lugar de origen por qué no, es un país lindo en riquezas. En América, una Centroamérica, con una Honduras y su Tegucigalpa, ubicada en el centro del país, rodeada por colinas y se dice que cuenta con el segundo aeropuerto más peligroso del mundo. Muchos cerros y colinas que albergan una población de más de un millón de habitantes. Una de ellas, Yo, una transexual de la ciudad capital, donde he nacido, vivido y cuento hoy la historia de mi ciudad y de mi mundo en ella. Vivo al sur de la ciudad, tan al sur que podría creerse que ya no es parte de la ciudad. Mi barrio, mi ciudad, mi historia, no son malas, pero no son necesariamente felices. Amanece y mi ciudad Despierta. De un extremo a otro, día a día, empieza la jornada y para la ciudad empieza el tráfico. Sería mejor caminar, pero con sus cerros y montañas y su arquitectura, es algo imposible, y por ser como soy hay lugares donde no puedo caminar. Muchas veces cuando camino con otra trans, nos tiran cosas y se burlan. A mí sola, no me molesta. En mi barrio también hay burlas, me afecta, pero he sobrevivido. A diario uso transporte público, un autobús con la ruta Reynel Fúnez-mercado me transporta de mi casa a mi trabajo. Tardo hora y media en llegar cuando hay tráfico, si no, una hora. Pensar en una Tegucigalpa sin tráfico es como pensar en Nueva York sin luz. Hablando de luces, me recuerda a los tiempos en que salía y frecuentaba todos los bares y discotecas del bulevar Juan Pablo II y el Morazán. Luces que ahora no son más que el reflejo de los rótulos de comidas rápidas extranjeras. Cuando salía tuve buenas y malas experiencias, me divertí y conocí muchas personas, pero más de una vez tuve problemas, incluso para entrar, porque la fotografía de mi identidad no es igual a como luzco, como soy en verdad. Por suerte aún contamos con la única discoteca gay de toda la ciudad, un lugar en donde verdaderamente puedo ser yo misma, un lugar en donde me puedo dar el lujo de convertirme en Madonna, si así lo deseo. Siendo trans, viviendo en Tegucigalpa, las posibilidades se reducen. Ya no quedan muchos lugares. Me hace pensar en lo que no puedo hacer, y en los sitios que no puedo visitar por ser como soy, por vestirme de una manera, por luchar por construir mi identidad y mostrarla. Es una realidad de mi comunidad. Es una realidad que, en Tegucigalpa, ser transexual, es un tabú. Que hay gente que te mira de cierta forma. Aunque el centro de la ciudad siempre nos ha recibido con brazos abiertos. No hay una transexual que no frecuente el centro de Tegucigalpa, que es donde circula toda la gente, con una peatonal que conduce hacia la iglesia catedral. Colonial y de color brillante, donde muchas veces se cuentan historias en grafiti, que te hacen enterarte de lo que sucede. A menos que un guardia nos diga que no podemos sentarnos con mis amigas en las gradas, frente a la iglesia como casi siempre ocurre. Desde la catedral, se ve el cerro El Picacho, con un Cristo que observa en vela Tegucigalpa; a sus pies, un gran rótulo de Coca Cola, que hace unos años mostraba vida a través de luces. La peatonal une la catedral con la iglesia Los Dolores, con cientos de aves que la adornan. A su regazo un mercado que te invita a entrar, pero que no conozco bien aún. Se despliega un olor a comida y ropa nueva, un laberinto que se dirige hacia el barrio La Leona, y otra salida, hacia una de las avenidas de la zona central. Grafitis. Baleadas. Agujeros de calle. Aves muertas sobre la catedral. Dos mundos en uno. Conciertos de calle. Rezos de parque central. Puntos de taxi. Buses con prisa. Bares de moda. Tegucigalpa... gente diversa, todo es diverso. Se cierra mi día, y de mi trabajo vuelvo nuevamente hacia mi casa, donde verdaderamente soy libre, donde veo vecinos hablando entre ellos y ellas, gente sentada en la entrada de su casa, niños y niñas corriendo, gente que me saluda, gente que me conoce, gente de Tegucigalpa. Esa es mi vida, de capitalina.