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Cuando se producen fuertes precipitaciones, o tiene lugar el deshielo, se pueden producir avenidas torrenciales, avalanchas de escombros, se activan los torrentes y se pueden desbordar los ríos inundando su llanura aluvial. Estas precipitaciones son especialmente peligrosas cuando cae mucha cantidad de agua en muy poco tiempo, ya que se produce rápidamente un fuerte aumento del caudal en ríos y torrentes, como ocurre al producirse una gota fría, una DANA. Los torrentes son cursos de agua de cauce fijo pero su caudal no es permanente y pueden estar situados en zonas montañosas con mucha pendiente o en zonas áridas, como el litoral mediterráneo, las ramblas. En la cuenca de recepción, situada en la cabecera del torrente y recoge el agua de la lluvia, que se canaliza por el canal de desagüe o cañón y llega al abanico aluvial, donde se depositan los sedimentos. Los abanicos aluviales son zonas muy pobladas ya que son muy fértiles con abundancia de agua, pero, al mismo tiempo, pueden sufrir inundaciones y en ocasiones, desastres naturales con muchas víctimas, como ocurrió en Biescas en 1996 tras una gran tormenta en la cabecera del torrente. Las avenidas aluviales tienen dos caras muy diferentes, una negativa de catástrofes con daños a personas y patrimonios y otra positiva, que ve las crecidas como procesos naturales indispensables para mantener ecosistemas. Las nuevas tecnologías y están ayudando a predecir el alcance de las crecidas y a desarrollar un correcto urbanismo para evitar víctimas y pérdidas económicas en el caso de fuertes precipitaciones.