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El reloj no había llegado a las dos de la tarde del lunes 28 de octubre, cuando se paró para siempre en la familia minera. El Pozo Emilio del Valle ubicado en la localidad leonesa de Llombera de Gordón fue el lugar en el que se dejaron la vida Carlos, José Luis, Manuel, Antonio, Orlando y Roberto. Otros cinco mineros resultado heridos. Cuatro ya han sido dados de alta. El otro sigue grave en el Complejo Asistencial de León, aunque evoluciona de forma positiva.
Un escape de grisú intoxicó, según la autopsia realizada a los cadáveres, el alma de la mina. Fue imprevisible y en una cantidad tan alta que apenas hubo tiempo para la reacción. Los mineros no pudieron colocarse el autorrescatador, un equipo formado por una mascarilla capaz de reciclar entre un uno y un tres por ciento de aire contaminado. En la galería en la que se encontraban se llegó a acumular un 99% de metano.
Su salvación era imposible, poco probable. La investigación determinará si existen responsabilidades y si, más allá de un accidente, algún tipo de negligencia causó que la maltrecha minería se vistiera de luto y que los lazos negros ni identificaran la crisis del carbón, sino la crisis de la vida, esa que se apaga de forma repentina dejando su paso un rastro de dolor.
18:20 horas
A primera hora de la tarde de aquel lunes, decenas y decenas de compañeros y vecinos de la zona de Llombera, junto con un inusual despliegue de medios de comunicación de toda España, acudieron a la puerta de entrada del Pozo Emilio, donde las escenas de dolor, de rabia, de desesperación y de incredulidad eran bocanadas de tragedia espesada por el frío. A las 18:20 horas, dos furgones trasladaban los cuerpos de los seis mineros muertos al Instituto Anatómico Forense.
En el Complejo Asistencial de León permanecían los heridos, en aquel momento en estado grave, sobre todo Juanma, que acudió al rescate de sus compañeros y que ha podido superar su estado crítico. Con el drama llegaron las primeras reacciones. Hasta León se trasladó el repudiado ministro de Industria, José Manuel Soria, que visitó a los intoxicados. Algunos de ellos cerraron la cortina para no verle. Junto a él, Juan Vicente Herrera, el presidente de la Junta, que llegó a la capital de España con mensajes de condolencia de representantes públicos de todo el país.
"¡Viva los mineros!"
La Pola de Gordón, el martes 29 de octubre, fue el escenario de la solidaridad. Cientos y cientos de personas se concentraron en la Plaza Mayor de la localidad, a donde acudieron vecinos, mineros y trabajadores llegados de todas las cuencas, incluso de Asturias. El grito de "¡viva los mineros!" rompió un aplauso de casi un minuto, después de seis minutos de silencio, uno para cada minero fallecido.
El miércoles 30 de octubre, fue la jornada del duro adiós. Hasta cuatro mil personas se dieron cita en Santa Lucía de Gordón para despedir entre amargura a Carlos, Manuel, Antonio, Orlando y Roberto. José Luis fue incinerado en Asturias, su tierra natal. Entre reproches a los políticos asistentes, los presentes rompieron en aplausos a los coches que portaban los féretros de seis mineros muertos, de seis trabajadores que cada día bajaban a la oscuridad de la mina para ganarse la vida, la misma vida que la mina les ha arrebatado.