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En dos semanas de Gobierno el presidente de Estados Unidos Donald Trump ha provocado miedo en su país y en el mundo. Temen los países vecinos y los más lejanos por la amenaza de los aranceles, temen las personas trans y no binarias a quienes pretenden borrar de un plumazo en un pronunciamiento oficial que no reconoce su existencia. Temen los migrantes que trabajan y dan riqueza a esa país y han sido elevados a la categoría de criminales. Temen las mujeres porque los derechos conquistados a lo largo de décadas de batallas están en riesgo en el Gobierno de un hombre condenado por delitos de violencia de género.
Es el triunfo del bully que impone su ley a los gritos, bajo amenazas, desconociendo derechos… a las malas. Trump no es un desquiciado que apareció de la nada. Su elección se logra por el apoyo de millones de personas. Eso y los aplausos que genera en buena parte de la población mundial evidencian un momento particular que vive la política internacional porque no es el único líder de este tipo que está imponiendo sus ideas a la brava desconociendo logros de convivencia de la humanidad.
Mi columna para El Espectador