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Os traigo mi traducción y lectura de un poema de Robert Louis Stevenson titulado «Christmas at Sea» («Navidad en el Mar») del año 1888. Creo que no se había traducido antes.
En la versión original en inglés, «Christmas at Sea» está compuesto por 11 cuartetos AABB y una estructura métrica que -hasta donde yo llego- se aproxima a un alejandrino inglés (con cesura), pero con predominio del heptámetro.
La acción del poema tiene lugar sobre todo en el mar, pero también en tierra, en una tormentosa Nochebuena.
En mi traducción de diciembre pasado (de 2024), las mayores dificultades -aparte de la interpretación de las expresiones náuticas- las encontré en lograr una disciplina métrica y un esquema de rima similar al original. He usado versos de 20-21 sílabas partidos a menudo en hemistiquios, con rima consonante o asonante AAAA o AABB. A veces he recurrido a rima interna en un mismo verso.
Aquí dejo el texto completo:
Las escotas duras como el hielo, la mano desguarnecida herían;
en cubiertas como toboganes, un marinero apenas se tenía;
el viento era un noroeste, que soplando a rachas del mar procedía;
y acantilados y chorreantes rompientes, a sotavento surgían.
Se escuchaba el rugir del oleaje, ya incluso antes de abrirse el día,
pero tan sólo al despuntar el alba, vimos peligrar nuestras vidas.
Sin demora y gritando, los hombres todos a la cubierta sacamos;
y le dimos a la nave las gavias, y a girar todos nos preparamos.
Todo el día viramos y viramos, entre el Cabo del Sur y el del Norte;
Todo el día con un frío mordedor, en amargo dolor y temor;
Todo el día las heladas velas halando, sin avanzar a algún lado;
por la vida misma y la naturaleza, viramos de cabo a cabo.
Con el Sur pusimos distancia, pues las agitadas mareas rugían;
pero al dar cada bordada, el Cabo Norte a bordo casi se subía.
Así vimos acantilados y casas, y rompientes que escalaban,
y al guardacostas en su jardín, que con el catalejo al ojo oteaba.
Como espuma de mar, los tejados de la villa la escarcha cubría;
a lo largo de la costa, en todas las casas buenos fuegos refulgían;
las ventanas centelleaban claras y las chimeneas voleaban;
Y juro que olíamos las vituallas mientras la nave navegaba.
Con poderosa alegría, las campanas de la iglesia repicaron;
porque justo es que yo te cuente que de entre todos los días del año,
este de nuestra adversidad fue el de la mañana de Navidad bendita,
y que sobre la del guardacostas, la casa donde nací se erguía.
Y vi entonces la habitación placentera, con todas las caras gratas,
las gafas de plata de mi madre, de mi padre el cabello de plata;
Y también vi la luz del fuego, como un vuelo de duendes hogareños,
danzando en torno a la porcelana, dispuesta toda sobre un bargueño.
Y de pronto sabía de lo qué hablaban, que era de mí que charlaban,
de la sombra que cayó en el hogar y del hijo que a la mar se marchaba;
Y del travieso necio que en todo y cada sentido les parecería,
por estar halando helados cabos en la Natividad bendecida.
Arriba la luz de tope encendieron, cuando la oscuridad descendía.
«¡Todos a desplegar los juanetes!», oí que nuestro capitán decía.
«Por Dios, no lo soportará», gritó entonces Jackson el primer oficial.
«Es lo uno o es lo otro, señor Jackson», le oí a nuestro capitán replicar.
Se tambaleó buscando el rumbo, pero muy buenas velas poseía,
y la nave el barlovento olía, como quien entendimiento tenía.
Y en la entrada de la noche, cuando el día invernal a su fin llegaba,
doblamos el fatigado cabo, y la nave bajo el faro navegaba.
Y a bordo todas menos mi alma, por fin un fuerte suspiro exhalaban,
cuando vieron que el morro de la nave, guapo hacia la mar apuntaba;
pero, en medio de la oscuridad y el frío, en lo único que yo pensaba
era en que mis padres se hacían viejos, y yo de casa me marchaba.