Acabo de visitar, ya por segunda vez en unos años, la Villa de Urueña. Me ha encantado su entorno medieval, su muralla, su infinidad de librerias, sus mesones y casas de comidas, sus vistas desde lo alto de su muralla y el trato afable de un ciclista de la Villa y de una librera muy entrañable que me vendió un libro infantil y me sirvió un café de puchero aromatizado.