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Decir río Tinto es sinónimo de espectáculo cromático, una gran autopista roja que fluye entre montañas como una auténtica herida abierta en el paisaje. A pesar de su corta longitud (unos 100 km), atravesando la provincia de Huelva de norte a sur, el Tinto es uno de los ríos más fascinantes del mundo, con sus pintorescas aguas rojizas, y por el interés que suscitan sus condiciones biogeoquímicas en la comunidad científica internacional.
Comenzamos estas imágenes en un punto de este río donde apreciamos dos puentes, uno antiguo, más bien sus ruinas, y otro nuevo, un puente carretera en las cercanías del municipio de Berrocal, en la comarca denominada Cuenca Minera onubense. En un momento de las imágenes, como una estrella fugaz y muy en la lejanía, observamos la blanca silueta de este pueblo.
Ya comenzamos a recrearnos con este río, siempre impregnado de un intenso aroma a hierro y azufre, un río de ciencia ficción de una belleza intrigante y bien encajado en un roquedo de poca permeabilidad que atraviesa con orgullo el imperio forestal en búsqueda del Atlántico. Antes de rendir tributo al océano, el Tinto vierte sus aguas en la ría de Huelva, conectando con el Odiel en su desembocadura.
Además de recorrer los mencionados puentes desde distintas perspectivas, el gran protagonista siempre es el río Tinto, donde el color rojo de sus aguas se mezcla con el color azafrán de sus orillas y los tonos cálidos recubren las rocas y colorean arenas y barros. El Tinto es mucho más que un río, y todo su alrededor nos habla de increíbles historias, desde su convulsa historia geológica al aprovechamiento minero desde tiempos tartésicos.
Siempre nos sorprende ese color rojo de sus aguas y a menudo nos preguntamos su por qué.
Durante muchos años se pensó que estas características del río se debían a la contaminación de la explotación minera. Las investigaciones más recientes dicen que aunque la mina tuvo una actividad impactante, la composición del río Tinto es fundamentalmente natural: ¡el río llora sangre desde su mismo nacimiento!, brota desde el interior de la fosa de pirita más grande de Europa, y más concretamente bajo un cerro llamado Salomón, en una cueva abierta (corta de Peña del Hierro) en las entrañas de la Sierra de Padre Caro, a tres kilómetros de Nerva.
En el río, con un ambiente de pH muy ácido, no hay peces, ni ningún otro vertebrado. Sí abundan las bacterias y los hongos, los organismos unicelulares y pluricelulares, los microorganismos quimiolitrótofos que crecen oxidando materia inorgánica, auténticos “comepiedras”. Precisamente las bacterias roban energía y oxidan el hierro de las enormes franjas subterráneas de pirita en un sistema de reacciones en las que el hierro se quema y se reduce. En la superficie y con abundante oxígeno, la solución ión férrico aflora en el caudal del río, que le da esa coloración rojiza.
La proliferación de jarosita en el río es la que le ha puesto en el punto de mira de la ciencia internacional, porque la jarosita es el mineral encontrado en el planeta Marte por el robot Opportunity de la NASA.
Este río fluye desde las estribaciones hasta el océano a través de montes, campos y marismas, y casi siempre va acompañado fielmente de lo que fue la antigua línea de ferrocarril minero que conducía el mineral (también personas y mercancías) desde las zonas de explotación hasta el puerto de Huelva. Esta línea fue creada a partir de 1873 por la “Riotinto Company Limited”, una compañía británica que en ese mismo año se hizo con las explotaciones mineras de Riotinto.
Tras estar abandonada y desmantelada esta línea de ferrocarril, algunos tramos han sido rehabilitados como vías verdes del río Tinto. Precisamente uno de ellos se encuentra en esta zona cerca de Berrocal, el “Camino Polivalente del Río Tinto”, que es donde están recogidas estas preciosas imágenes.
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