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La vidalita es un estilo musical no bailable característico del folklore de Sudamérica. Está emparentada con la vidala. Ambos estilos son de origen “koya” y se encuentran muy difundidos en el noroeste argentino, especialmente en las provincias de Catamarca y Tucumán. Fue introducida en Uruguay a comienzos del siglo XIX.
La “vidalita flamenca" se encuentra a su vez emparentada con los estilos que se cantan a ambas orillas del bajo Paraná y procede de una variante teatral “acupletada” recogida en España a principios del siglo XX y “aflamencada” por Escacena y Chacón mediante el desarrollo de una canción argentina con aire de habanera y temática gaucha. La vidalita flamenca comparte elementos comunes con la milonga, incluso el acompañamiento de la guitarra no acaba de distinguirse.
Como vidalita se grabaron dos tipos de cante. Manuel Escacena en 1928 adaptó al flamenco la canción argentina ‘En mi triste rancho’, añadiendo a la copla la palabra vidalita: ‘En mi triste rancho, vidalitá…’. Esta versión luego sería reelaborada por Pepe Marchena e interpretada como milonga flamenca. Después de más de treinta años en el olvido la vidalita recobraría actualidad en las versiones de Enrique Morente, Carmen Linares o Mayte Martín entre otros.
El compás es binario y más cercano al carácter de las habaneras que de los tangos flamencos. Borrull y Montoya impondrían la forma de acompañar este palo, sobre un aire de un tango lento aunque en ocasiones prescindiendo del compás, haciéndose “libre” para dejar más espacio al cante.
La vidalita se realiza sobre una tonalidad menor explotando los recursos de la cadencia andaluza. Utiliza la copla de cuatro versos octosílabos con temas “amorosos, de penas y desengaños”.