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En el corazón de la España renacentista, en una pequeña aldea llamada Gotarrendura, nació Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, el día veintiocho de marzo de mil quinientos quince. La región de Ávila, con sus murallas imponentes y paisajes pintorescos, sirvió de escenario para los primeros años de vida de Teresa.
Hija de Alonso Sánchez de Cepeda, un próspero y devoto comerciante, y de Beatriz de Ahumada, una mujer de profunda fe, Teresa creció en un ambiente donde la religión y la educación eran altamente valoradas. Desde temprano, Teresa demostró una personalidad vibrante y determinada.
Su madre, Beatriz, que falleció cuando Teresa tenía apenas trece años, inculcó en ella un profundo amor por los libros y las historias de los santos. Beatriz solía leer a sus hijos las vidas de los mártires, y esas narrativas heroicas fascinaban especialmente a la joven Teresa.
Ella se imaginaba en las aventuras espirituales de los santos, deseando fervientemente alcanzar la santidad de forma igualmente valiente.