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La MEM es la letra número 13 del alfabeto y 40 es su valor numérico. Tiene una forma diferente cuando va al fin de una palabra. Es lo que se conoce como MEM SOFÍT, y su valor numérico es 600. La pictografía antigua de la MEM es una imagen del agua, que en hebreo se dice: “MÁIM” o “aguas”, pues se expresa en plural, siempre.
Hago un paréntesis para compartir una reflexión que el Señor trajo a mi mente, cuando estudié esta letra. Identificándose con el agua durante una edición de la fiesta de los tabernáculos, Jesús dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mi, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn7:37). El agua recogida en un cántaro en el estanque Siloé durante el último y gran día de esa fiesta por aquel entonces, se derramaba sobre el altar tipificando la regeneración, el nuevo nacimiento. El sacerdote ascendía desde el estanque al templo en medio de la algarabía del pueblo, al son de bocinas e instrumentos de música. Su ascenso y descenso esconde un paralelismo sorprendente con el Mesías, quien “descendió” en su Encarnación, abandonando la Gloria que compartía con el Padre (Jn17:5), situación a la que retornó tras su Resurrección, en su Ascensión (Hch1:9).
Las aguas vivas son además una referencia a las profecías de Ezequiel (Ez47:1) y Zacarías (Zac14:8) en torno al agua de vida que fluirá desde la nueva Jerusalén, en el mundo por venir. El Apocalipsis habla de este reino milenial, que será establecido por la Segunda Venida de Jesús, cuando vuelva en las nubes del cielo, también compuestas de agua... (Ap1:7). La dinámica de descenso y ascenso quedará planteada una vez más en esa instancia.
A nivel estructural la MEM se compone, lo mismo que la LÁMED, de una CAF y una VAV, letras cuyo valor numérico sumado resulta en 26, igual al valor numérico del nombre de Dios. La MEM también se relaciona de manera muy estrecha con Dios. Por eso la emparentamos en su forma abierta con el mensaje de la cruz, fácilmente comprensible, diáfano, sencillo. Pero hay otros aspectos de la persona del Mesías, velados a simple vista, parte de una dinámica no tan aparente. De ello nos habla la MEM SOFÍT, que es la MEM en su forma cerrada o final.
Esta MEM SOFÍT parece un cuadrado o un cubo perfecto, tipo también de la gran ciudad en el mundo por venir, según lo describe Apocalipsis: “La gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios… establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura” (Ap21:10; 16). La última palabra de este mismo libro, con la que concluye la Torá, es: “amén” (Ap22:21), que en hebreo se escribe al final con MEM SOFÍT. Es una MEM cerrada, es la consumación de la historia de redención de la humanidad.
Existen otras referencias en las Escrituras que asocian la MEM con la ciudad santa o con sus muros: “Y observé los muros de Jerusalén, que estaban derribados, y sus puertas que estaban consumidas por el fuego” (Neh2:13b). Algunos interpretan este pasaje de Nehemías como una profecía velada sobre la destrucción de los muros tras haber sido reedificados al retorno del cautiverio babilónico hacia el año 522AC. En el 70DC, unos 600 años más tarde, los muros fueron en efecto destruidos por los romanos. La descripción del profeta Nehemías es una visión tácita del insuceso. Lo curioso del pasaje y que da lugar a esta interpretación, es que existe una MEM SOFÍT en la expresión: “HEM PRUTZÍM” o: “ELLOS (los muros) DERRIBADOS”. La MEM al final de la palabra “ellos” o HEM, está escrita como si no fuera una MEM SOFÍT. Aparece como una MEM común, abierta, no cerrada, tipificando la brecha que 6 siglos después abriría el muro, destruyéndolo.
Un caso contrario apreciamos en Isaías 9:6,7, donde una MEM a mitad de palabra aparece escrita como si fuera una MEM SOFÍT, cerrada. La palabra es “MARBÉ”, en referencia a lo “dilatado” del reino del Mesías, quien nacería, según otra profecía de Isaías, de una virgen, de un vientre cerrado: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz a un niño, y llamará su nombre Emanuel” (Is7:14). Hoy día algunos judíos argumentan que el término original se refiere a una joven, una doncella, aunque no necesariamente virgen. Sin embargo, la Septuaginta, traducción de las escrituras hebreas al griego realizada por 72 sabios del judaísmo para alcanzar a los judíos helenizados hacia el año 200AC, donde cada término fue cuidadosamente seleccionado, oración mediante, usa el término griego “párthenos”, literal para virgen, no sólo una joven doncella. El Espíritu de Dios no se equivocó al inspirar al escriba con aquella MEM cerrada en el medio de una palabra, en referencia a la naturaleza divina del Mesías. Jesús provino de una matriz cerrada.