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ROMANCE DEL PUEBLO ABANDONADO
Poesía premiada con el 1º premio en el Certamen literario,
Opción lengua castellana, por el Ayuntamiento del Barrio
del Ensanche de la ciudad de Barcelona el año 1999
Todo está triste y sombrío en el pueblo abandonado,
las casas pálidas, grises, como envueltas en sudarios,
las ventanas, sin cristales, abren sus ojos cansados,
para que el viento las cruce con sus quejidos de llanto.
Los tejados, van cayendo, poco a poco, desmayados,
no hay humareda que anime, su paisaje desolado;
se apagó el fuego sagrado que iluminaba los lares,
y los hogares vacíos, ya no cobijan a nadie.
No se ven niños jugando, frente al portal de las casa,
ningún ladrido de perro rompe el silencio que pasa;
solo alguna lagartija, por las paredes se agarra,
dichosa que nada turbe su tímida caminata.
Los senderos de otros tiempos, cubiertos por la hojarasca,
añoran los duros pasos, los gritos y la algazara;
las cabras, ahora no suben por las cuestas empinadas,
ningún pastor con sus gritos una manada acompaña.
En la torre de la Iglesia, durmiendo están las campanas
ya no repican a boda, ningún entierro acompañan;
el cementerio está lleno de tumbas abandonadas,
cubiertas por las ortigas, sin un rezo, ni una lagrima.
Y.....la luna.....por las noches, llora su pena callada,
¡ningún galán miente amores.... a una bella enamorada!
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El pueblo abandonado
El largo desamparo fue royendo
los muros de las casas
y puso en cada esquina
centinelas de zarza.
Por aquella ventana
desvencijada, que atisba la calleja,
asomó un día el último
poco antes de marchar.
Era muy de mañana. Diez minutos
bastaron entre dudas y escarcha
para hacer el ajuar.
Sólo el sol se asomó a despedirle
al partir musitando un adiós
sin volverse a mirar.
Primero habían faltado
risa a risa, los juegos de los niños,
luego la gente joven
con su alto diapasón,
después... cuestión de tiempo,
los demás se rindieron
entre la soledad y la resignación.
Hoy el cierzo baja
salvaje y helado desde monte al valle
y agita unas ortigas que campean
como adornos ariscos en las calles.
© José Luis Ramírez