Fantástico. Cuando Piazzolla agarra el bandoneón y se pone a frasear, chamullando lentamente, tirando la bronca, meditando, farfullando, rumiando sus triunfos y miserias de porteño sin vueltas, lo mejor es abrir bien las orejas para escuchar mas y mejor porque todo eso es un rezo que nos dejó para saber quiénes somos, para qué estamos, por qué nacimos aquí y no en otra parte... Piazzolla, siendo inmortal, nos hace inmortales!!!