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Al envejecer, nuestro desempeño ocupacional se ve disminuido y, si se sufre algún tipo de patología, esa disminución es mayor. Las facultades no son las mismas, nos volvemos más lentos, distraídos, descuidados, hay pérdida de visión y oído, falta de concentración y memoria, hay falta de coordinación, dificultades en la interpretación de la información, etc.
Sabemos que la mayoría de las personas mayores prefieren vivir en su propio hogar que en una residencia, o en casa de sus hijos. Esto supone que, a veces, su integridad física y seguridad se vean afectadas dentro del hogar, al realizar las actividades de la vida diaria. Intentan mantener su autonomía e independencia, pero a veces, esto no es posible, convirtiéndose, la propia casa, en un lugar poco seguro.
Mantener un entorno seguro se hace primordial, tanto para familiares, cuidadores y las propias personas mayores, como para los profesionales que nos dedicamos a adaptar los espacios.
La vivienda de cualquier persona mayor debería estar pensada y equipada para facilitar el día a día de sus habitantes y ayudarles a transcurrir su vejez felizmente. La adaptación de la vivienda es muy importante realizarla, si es posible, anticipándonos al momento de la falta de autonomía.