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#CulturaFugaz #Becerrillo #Conquistador
Un poquito de cultura fugaz...
Una de las armas secretas que usaron los conquistadores españoles en América fueron los perros de presa, capaces de arrasar entre las filas nativas por su fiereza. Uno de estos perros era Becerrillo, quizás el perro más famoso de esos tiempos.
Se trataba de un enorme alano español rojizo y con manchas oscuras, de mandíbula enorme, criado y entrenado en la isla de La Española para fines bélicos y que servía bajo las órdenes del Capitán Diego Guilarte de Salazar.
Este animal era muy valorado entre sus camaradas soldados ya que, aparte de su enorme fiereza en el campo de batalla y su fidelidad, era muy efectivo a la hora de dar caza a sus enemigos cuando huían, y aunque según dicen era muy cuidadoso a la hora de capturarlos, si estos se resistían no dudaba en arrastrarlos con tenacidad y violencia. De hecho, Becerrillo recibía doble ración de comida y hasta un sueldo.
Cuenta una crónica de la época que el Capitán Diego Guilarte de Salazar , quien había sido encomendado por Ponce de León una misión de reconocimiento, quiso dar un espectáculo a sus soldados después de una escaramuza con unos nativos. Ordenó a sus hombres que capturara a una anciana nativa para darle a esta una carta que debía entregar al Gobernador, de no hacerlo, sería arrojada a los perros. La anciana aceptó ,pero aun así, cuando se alejaba, soltaron a Becerrillo y le incitaron a que la destrozase a mordiscos, la anciana se arrodilló y pidió que no le mordiese, el perro al verle los ojos paró, se acercó a ella y la lamió.
La actitud de Becerrillo se consideró como una intervención divina y humilló en gran medida al macabro Capitán Salazar.
Después de haber servido en el ejército durante una larga temporada, Becerrillo regresó al lado de su dueño, Sancho de Aragón. Poco tiempo después, su amo fue capturado por nativos tras un asalto a su hacienda y, tras acudir a su auxilio, moriría tras recibir un flechazo envenenado.
Cuando los soldados se enteraron de la muerte de Becerrillo, decidieron que el lugar de su entierro fuese secreto para así poder seguir atemorizando a los nativos desde la ultratumba.