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El narcoterrorismo incendia el país a punta de sicarios, magnicidios y bombazos. El paramilitarismo avanza con su maquinaria criminal y la guerra sucia se desata tras los acuerdos de paz con las FARC y el nacimiento de la Unión Patriótica a mediados de los años 80. Lejos, muy lejos de los reflectores de las autoridades, concentradas todos en la lucha contra Pablo Escobar y compañía, el ELN conforma una Dirección Nacional y crece en todos sus frentes. El telón de la guerra contra las drogas le permite expandir su presencia y operaciones sin que nadie ponga el grito en el cielo. En resumen, mientras Colombia está en llamas la guerrilla ensancha su poder y margen de maniobra en sectores estratégicos del país.