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"Celina"

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César Eduardo Schreiber.

César Eduardo Schreiber.

Күн бұрын

Mis abuelos maternos fueron Joseph Lechín y Salime Azar y varios de sus parientes contemporáneos emigraron a la Argentina, originarios del Líbano. El primero en llegar a Buenos Aires e instalarse en Moreno, en 1902, fue mi abuelo quien llegó con su madre y varios de sus hermanos. En la oficina de migraciones pasó a llamarse José Lachín. Pocos años después, su madre regresó al Líbano y volvió con otros hermanos que en total eran trece. Pero no todos vinieron. Algunos no emigraron del Líbano porque ya estaban casados y habían formado familia. También viajó a estas tierras un primo de mi abuelo, Juan Lechín, quien de Moreno pasó a Chile y Bolivia y se casó con una coya del altiplano, con la que tuvo cinco hijos, entre los cuales se destacó Juan Lechín Oquendo, líder sindical de los mineros bolivianos y de la Central Obrera de ese país siendo, entre 1960 y 1964 vicepresidente de Bolivia.
Todos ellos y sus antepasados habitaron el Líbano que es un territorio ocupado por muchos pueblos y culturas desde tres mil años antes de Cristo. Los libaneses provienen de los fenicios, asirios, griegos, romanos, árabes y franceses. Las persecuciones religiosas, las guerras y la miseria no les dejaron otra opción que emigrar.
Mis abuelos nacieron en la ciudad de Jezzine, ubicada unos sesenta kilómetros al sur de Beirut. A mitad de esa distancia, en la costa,se encuentra antigua Sidón. Eran agricultores y católicos maronistas. Hablaban el dialecto libanés del árabe. Mi abuela llegó muy joven a la Argentina, en 1918. Viajó en un vapor que hubo de recalar en las islas Canarias y quedó allí en cuarentena durante meses porque hubo casos de la llamada gripe española entre los pasajeros del barco. La envió su padre quien había quedado viudo a los treinta y cinco años y tenía hijos más pequeños. Entonces, Salime, mi abuela, viajó para reunirsecon sus hermanos mayores que vivían en la casa de Dr. Vera y Joly, frente a la plaza de Moreno, junto a la familia de mi abuelo. No viajó sola. Lo hizo al cuidado de Scandar Asseff, quien fue padre del ex Intendente de Moreno. Aquí mi abuela se llamó Celina. Se casó con mi abuelo cuando contaba con trece años y mi abuelo veintitrés. Tuvieron cuatro hijos: Pedro, Julio, María Adela y Elena. Yo que soy uno de los cinco hijos de Elena.
Celina realizaba casi todas las labores de la casa, tanto las habituales de las mujeres como las de los hombres, porque mi abuelo José, siendo cambista ferroviario, sufrió un accidente en la estación de Moreno a fines de la década de 1910. Se cayó delante de una de aquellas antiguas locomotoras a vapor y estuvo varios años entablillado sobre la mesa del comedor. Luego, una de sus piernas quedó veinte centímetros más corta que la otra. Cuando Celina realizaba las tareas de la casa, especialmente cuando no se sentía observada, solía canturrear, muy bajo, canciones aprendidas durante su infancia. Cuantas veces iba yo a visitarla nos sentábamos en la cocina o en el patio bajo el parral a tomar mate. Ella cebaba perfumando invariablemente la bombilla con cáscara de naranja reseca. Yo le preguntaba sobre su pueblo natal. En mi ignorancia o mi imaginación, influenciada tal vez por la lectura de las Mil y una Noches, le daba cierto sentido mágico a aquellos relatos y descripciones sobre su pueblo. Celina misma me parecía un personaje prodigioso. Me contaba sobre Jezzine y la nostalgia se hacía evidente en sus ojos grises. Los montes de olivos, los cedros. Las plantaciones de vid y los dátiles. Cuando se refería al paisaje montañoso o a las enormes cascadas de su pueblo, levantaba la mirada y abría más los ojos como si los tuviese realmente frente a sí. No habrá jamás mujer más fuerte, elegante, femenina, piadosa y tan querida por todos. Ya hace mucho tiempo que no está para conversar con ella sobre su pueblo natal. Un pueblo que nunca se resignó a abandonar. Del que emigró de allí contra su voluntad. No volvió a ver nunca más a su padre y al resto de la familia que quedó allá. Su vida fue muy sacrificada. Solía repetir una frase que resumía su dolor: -La mujer viene al mundo a sufrir. Las fotografías que acompaño me ayudan a comprender un poco su nostalgia y el dolor del desarraigo desde tan niña. Comparto estas imágenes que a mí me consuelan. Porque las descripciones de Celina no eran nada exageradas y sii hubiera justicia divina, ella debe haber regresado allá.

Пікірлер: 3
@mariaelenaschreiber7371
@mariaelenaschreiber7371 3 ай бұрын
Hermoso Eduardo, gracias por compartir este lindo recuerdo.
@flordelana
@flordelana 3 ай бұрын
Que valiente, siendo tan niña, todo lo que tuvo que afrontar.
@agustinchumbel299
@agustinchumbel299 3 ай бұрын
Esta buenisimo
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