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Dios es Padre y Cristo es verdadero Hijo de Dios y verdadero Hijo de la Santísima Virgen María. Nuestra fe afirma que Cristo es Hijo de Dios por naturaleza y que lo es ab eterno, en la eternidad. Jesucristo es Dios de Dios, Luz de Luz, o sea, debemos creer en Dios Hijo procedente de Dios Padre, en el Hijo que es Luz, que procede del Padre que es Luz.Jesucristo es Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, o sea, que Cristo es el Unigénito de Dios y verdadero Hijo de Dios, y que siempre ha sido con el Padre, y que una es la persona del Hijo y otra la del Padre.
Cristo es Hijo de Dios desde ab eterno, desde la eternidad, todo lo bueno proviene del Padre Celestial, lo dicen las sagradas escrituras. Dios se vió magnífico en su Poder, Gloria y Santidad. Primero, quiso comunicarse a sí mismo en la Generación Divina: la Santísima Trinidad; en esa Generación Divina surge al lado de Dios, es engendrado desde la eternidad, el Hijo Eterno del Padre: el Verbo Eterno, la Segunda persona de la Santísima Trinidad; de ambos, del Padre Eterno y del Verbo Eterno procede la tercera persona de la trinidad: Dios Espíritu Santo.
Cristo es Hijo de Dios por naturaleza y lo es ab eterno. Llegado el tiempo, el Verbo de Dios se encarnó por el poder del Espíritu Santo en la Santísima Virgen María, tomó carne de la Virgen y se hizo Hombre sin dejar de ser Dios, Hipóstasis.
El Verbo de Dios es Hijo de Dios, estaba con Dios y es Dios (Jn 1,1). Todas las palabras de Dios son cierta semejanza de ese Verbo, en primer lugar, debemos oír con gusto las palabras de Dios, pues la señal de que amamos a Dios es que con agrado escuchemos sus palabras. En segundo lugar, debemos creer en la palabra de Dios, porque gracias a eso habita en nosotros el Verbo de Dios, esto es, Cristo, el Verbo de Dios. En tercer lugar, debemos meditar en el verbo de Dios, que habita en nosotros, así nos aprovecha y sirve de mucho contra el pecado. En cuarto lugar, es menester que el hombre comunique la palabra de Dios a los demás, advirtiendo, predicando e inflamando. Por último, debemos llevar a la práctica la palabra de Dios. estas cinco cosas, las observó por su orden la Santísima Virgen María al engendrar al Verbo de Dios.