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Castilla-La Mancha es heredera de la antigua región de Castilla la Nueva a su vez, fue continuación de la antigua Taifa de Toledo que fue una de las taifas de Al-Ándalus cuya capital fue conquistada por Alfonso VI de Castilla en 1085. Posteriormente se reconquistaron las tierras de Cuenca, en 1177, y el resto meridional, que comprende el Campo de Calatrava, el Valle de Alcudia, y el alfoz de Alcaraz (Campo de Montiel y Sierra de Alcaraz), que serían consolidados en tiempos de Alfonso VIII de Castilla; estas últimas, a partir de la batalla de Las Navas de Tolosa, en 1212. Desde ese momento la historia de Castilla-La Mancha se funde con la del resto del Reino de Castilla, del cual pasa a formar parte.
En 1605 se publica la primera edición del libro que haría famosa una de las comarcas de esta tierra, Don Quijote de la Mancha, escrito por Miguel de Cervantes y Saavedra.
En 1785, con el ordenamiento territorial de Floridablanca, la región quedó dividida en las provincias de Cuenca, Guadalajara, Madrid, La Mancha y Toledo, mientras que las poblaciones de Albacete, Chinchilla, Almansa, Hellín y Yeste, con sus respectivas comarcas, pasaron a formar parte de la provincia y Reino de Murcia.
En 1833, con la división provincial de Francisco Javier de Burgos, se modificaron los límites provinciales, la mayor parte de la provincia de La Mancha fue sustituida por la de Ciudad Real aunque parte de su territorio pasó a las provincias de Cuenca, Toledo y a la recién creada provincia de Albacete, formada con parte de los territorios de las antiguas provincias de Cuenca, La Mancha y Murcia, incluyéndose administrativamente en la Región de Murcia hasta la configuración autonómica actual, a pesar de que en 1869, durante la I República, esta provincia estuviera entre las firmantes del Pacto Federal Castellano y de que en 1924 su Diputación promoviera la creación de una Comunidad Manchega.
La Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha surgió como tal, el 15 de noviembre de 1978 al constituirse como ente preautonómico