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La bestialidad arrolladora con que Gojira se llevó puesto el show de ayer en el Luna Park da cuenta de una banda que está atravesando su momento de gloria pero que aún no conoce cuál puede ser su techo.
Así, en ese estado de gracia previo a la consagración definitiva que te lleva a, entre otras cosas, la ambición por una conquista insaciable de los escenarios, los franceses demostraron en cuestión de hora y media contar con una identidad propia que vino dada, más que por cualquier otro elemento, por su sonido extraordinariamente brutal. Desde el minuto uno hasta los bises, la banda sonó poderosa y violenta pero sin descuidar la atmósfera climática que encierran la mayoría de los temas, que regalan un subibaja permanente y que incluyen largos pasajes sonoros llenos de capas y texturas, acompañados por una propuesta visual que incluyó hasta a una ballena inflable que aguantó el zarandeo de un público que la mareó (pero, punto para el campo de pie, nunca intentó romperla) por todo el estadio. Un sonido que, además, siempre fue obsesivamente claro, cuidado y hasta prolijo a la vez que demoledor y avasallante.
De la mano de Mario Duplantier y su ego en ningún momento las luces dejaron de iluminarlo Gojira demostró con creces que su ascenso no es casualidad y que no son sólo una de las mejores bandas death sino que además llevan entre los dientes el estandarte de la nueva generación del metal. Seguime en TW! @Marianochoni