La academia de los ociosos

[@TheRobertx]

Que goce ser parte de la comunidad.

[@maribellasocrie]

Como se llamaría la academia de tritemius? L@s despiertos?

[@yolandaramirezmichel]

Academia de los despiertos!!! Abrazo querida Maribella!!!

[@miguelk881]

en realidad lo mas importante es no pensar parar la mente humana para dar espacio ... a la Mente Superior... (porque ...nuestra pequeña mente humana , es corrupta , neurotica y extremadamente limitada) y asi ...Ascender , a los niveles Superiores ...de Conciencia....

[@yolandaramirezmichel]

Así es Miguel, pero mientras alcanzamos ese gran nivel de silencio al menos que la mente sirva a lo superior. Un abrazo!!!

[@miguelk881]

@@yolandaramirezmichel Abracitos...

[@ms.greywolf8228]

Para mí, el lenguaje, la literatura, es una especie de esqueleto luminoso que ha estado posado sobre mí desde pequeño. Las formas de expresión, el entendimiento metafísico de las cosas, se me presentaron no como una especie de don, sino como una necesidad. Para un niño viviendo en una familia asediada por conflictos internos, desigualdades retrógradas y maltrato gratuito, la mejor opción era hablar; más, si nadie quiere hablar, si nadie tiene la fuerza para explicarse el motivo por el que duele tanto, ¿qué iba a decir? A los seis años dibujaba personajes tristes, mi primer "poema" trataba de un niño colgándose de una rama, mis historias implicaban un abandono que, hasta los últimos años, no comprendía. Recuerdo con desagradable claridad la mañana en que, triste, enojado, confundido, me arrojé debajo del escritorio a dibujar un personaje a palitos que pudiera, aunque de forma furtiva y cargada de astillas, manifestar esos sentimientos que a la fecha no comprendía; mi hermana, que en ese entonces era una adolescente, reaccionó con molestia, y por razones que todavía me cuesta dilucidar, arrancó el dibujo y lo echó a la basura. Bajo un medio tan poco amigable para la expresión, no me quedó otra que pasar horas, quizá un cuarto del día, imaginando mundos alternos en base a la poca arcilla que almacenaba en la memoria. Eso me mantuvo, parcialmente, a salvo, durante los primeros años, junto con la literatura complementaria y los libros de Marcela Paz. Pasé mucho tiempo sin leer, la mayoría durante mi adolescencia, salvo por los textos complementarios del centro educacional. Fueron a veces meses sin tocar un libro, pero a pesar de mis expectativas, nunca perdía esa formalidad para dedicar el tiempo a cada línea, cada párrafo, visualizar en colores desconocidos las escapadas oníricas de cada relato. Prefería, por sobre todo, la fantasía, pero cuando se trataba de libros de autores como Albert Camus, se sostenía con todavía más fuerza. Eso me llevó, tras sufrir mis primeras crisis de pánico, aparte de los desvaríos existenciales de un adolescente cuya entropía no es supervisada por nadie, a intentar escribir mis propios relatos. Me costó un mundo. De ya, me topaba con una pared infranqueable: mis argumentos eran pobres, no eran sustanciales, su única intención era dar terreno al despliegue emocional de los personajes. Lo era desde mis relatos primeros, lo ha sido hasta mis relatos últimos, pero lo que cambió fue la percepción: mis argumentos son las emociones, mi motivo de escribir son los sentimientos y su constante fragor al encontrarse con la indiferencia de la realidad, del mundo mecánico que sostiene al gran sistema, mientras las personas se olvidan, cada día más, de que la magia se manifiesta allí donde yace la disposición para ello, no para quien tiene un don perceptivo o técnico solamente. Adoré el vídeo "Hablemos de Lilith", porque me hizo entender que gran parte de mis victorias no fueron por azotar el cráneo contra la muralla hasta extraer la materia prima, sino en dejar sus misterios permanecer misterios, y dar síntomas de un argumento a través de su forma, sus entrañas, su piel y su sangre. Mis ciudades no son estructuras en una posición geográfica: mis ciudades son seres vivos, seres conscientes, que manifiestan sus emociones silenciadas como una sombra invisible a lo largo de todos los habitantes, buscando desesperadamente al que posea la fuerza y disposición para canalizar y subsanar sus horrores contenidos. Cuando entendí que todo, absolutamente todo, lo que escribía, tenía la intención de canalizar emociones y pensamientos volátiles en una forma comprensible y abierta a la interpretación, dejé de lado el miedo y comencé a escribir en grande. La Llamada no se conformó con un par de palabras: se convirtió en una quimera colosal de 160.000 palabras, y está lejos de ser una obra buena, no se la he mostrado casi a nadie, pero para mí, fue un logro. Si de una idea simple, un clásico escenario de fin del mundo, surgió toda esa expresión, ¿qué otras cosas sucederían sin abandonase toda otra excusa? Desde entonces, he escrito de todo. Y, muy por dentro, no tengo la intención de publicar: mis relatos no se viven en la piel, se viven en las llagas y en las grietas que no existen a simple vista. Mis escenarios y personajes nacieron para narrar los misterios del mundo interno y su detonación perpetua. Cada palabra, párrafo y capitulo, busca alimentar y expandir la percepción desde el mundo interno. No soy yo ocupando las herramientas literarias. Yo soy el escriba de ese esqueleto brillante y sus esquirlas de luz. Soy eso, persona, y nada más: el resto no me es de importancia, y hasta me desagrada la idea de ser llamado "escritor" antes que persona que escribe. Mi existencia, desde un compromiso espiritual, mental, así como del alma, ánima, alcanza su propósito en la escritura. Me pregunto, ¿cuál es el sonido que se manifiesta detrás de mis textos? Tal vez no haya alguno en particular. Pero, con la mirada adecuada, espero que sea la vibración elegante en su inmensidad del propio universo, y tal vez, de otros para los que nuestras fronteras perceptivas actuales sean lindero y salvaguarda. Me encanta el contenido que hace, señorita Yolanda. Tiene una habilidad espectacular para desatar mil sentimientos en un par de minutos y horas. Creo que un sonido como el suyo no he escuchado nunca antes. Y, si tal vez lo olvidé, le debo mil agradecimientos por recordarnos la maravilla de su eco.

[@yolandaramirezmichel]

Me has hecho que salgan lagrimas de mis ojos. Estoy conmovida con tus palabras. Es un gran bien para el alma encontrar un puente por donde expresarnos (la literatura es un puente, hay muchos). Te mando un abrazo muy verdadero, no solo en la palabra.

[@maribellasocrie]

toma esto como un halago ignorante por favor, pero solo leí la primera oracion de cada parrafo 👍