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LA CRUEL ESPOSA DEL MILLONARIO HUMILLÓ A LA LIMPIADORA... UN MINUTO DESPUÉS, TODOS QUEDARON ATÓNITOS...
La mansión de Anselmo era el epítome del lujo y la opulencia. Cada rincón estaba adornado con arte caro, alfombras importadas y muebles que parecían sacados de un catálogo de diseño exclusivo. Las paredes, cubiertas con retratos de la familia, reflejaban una vida de privilegio, y los candelabros dorados colgaban del techo, iluminando los salones con una luz cálida y reluciente. El personal de servicio se movía discretamente entre los salones, asegurándose de que todo estuviera impecable. Para Lorena, la esposa de Anselmo, ese lujo no era sólo un privilegio, sino un derecho que había conquistado y que la colocaba por encima de todos los demás.
Desde que se había casado con Anselmo, Lorena había asumido un aire de superioridad que muchos encontraban insoportable. Para ella, el dinero y el estatus justificaban el desprecio con el que trataba a los empleados de la mansión. Mientras supervisaba los últimos arreglos para la gran fiesta que Anselmo había organizado, observaba con desdén a los trabajadores, especialmente a la nueva empleada, Mariana, quien acababa de ser contratada como la nueva encargada de la limpieza.
Mariana era una mujer joven y trabajadora que siempre había soñado con darle a su familia una vida mejor. Había crecido en un barrio humilde, y desde pequeña había aprendido a luchar por cada oportunidad. Su padre, quien había sido el contador de confianza de la empresa de Anselmo, siempre le enseñó la importancia de la honestidad y el trabajo duro. Sin embargo, su fallecimiento inesperado dejó a Mariana y a su madre en una situación económica complicada. Con pocas opciones, Mariana aceptó el trabajo en la mansión, aunque sabía que no sería fácil, especialmente bajo la mirada crítica de Lorena.