La magia de Praga

De mi corta estancia en Praga, me llevo recuerdos sobre todo artístico-culturales. Praga es magia, es luz y oscuridad al mismo tiempo. Sus calles empedradas te llevan a los escondites más inquietantes donde quizás te puedas encontrar un "black theatre", un concierto de ópera, unos cantos capela en una pequeña iglesia del rincón del final de la calle, o una antigua iglesia gótica convertida ahora en un cabaret. Y además, y como buena food trend trottera, he visto innumerables puestos de comida, eso sí, siempre salchichas, salchichas por doquier!
Y es que en Praga se respira de otra forma, hay millones de músicos, millones de marionetas, millones de cristales de bohemia, y en el medio de todo esto, estás tú. Observando a la gente pasar mientras pasean comiendo sus Utopenec (salchichas maceradas con pimiento y cebolla cruda). Y de repente te das cuenta, que quizás este aspecto especial de Praga te haga, sutilmente, entrar en esa magia y entonces, formar parte de ella. Y cuando llega ese momento, todo lo que te rodea se convierte en más magia y tú te haces magia también.
Y fue ahí cuando me di cuenta de que siendo magia, tengo la capacidad de observar las cosas de otra manera.
Y es que estaba yo disfrutando con mi Topinka (pan frito con ajo) cuando de repente me encontré a un músico tocando en la calle, y como yo y él éramos magia, escuché algo más que cualquier música, los sonidos que emitía desde unos cientos de copas de vino reproducían algo... indescriptiblemente perfecto...
Y es que cuando se observa la vida desde la perspectiva de la magia, incluso unas simples copas de vino, que otro día se usarán para tomar una Becherovka (bebida típica de Praga), ese día se convierten en un regalo para los sentidos, en este caso, para el oído.