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En mi tarea de docente he seguido un hábito que me parece fundamental: recitar siempre un poema antes de iniciar la clase. Esto ha tenido en mis alumnos un efecto revelador. No solo les ha aportado calma sino que ha despertado en ellos la mirada poética, el pensar que todo puede convertirse en poesía, hasta lo más vulgar, y que la poesía relaja, tranquiliza, eleva, es en definitiva como una terapia.