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La Orden Militar Hospitalaria de San Juan de Jerusalén que se había asentado en la isla de Malta tenía como objetivo proteger la fe católica y Europa del peligro de los turcos otomanos. Tras el Gran Sitio de 1595, los Caballeros de la Orden de San Juan decidieron convertir La Valeta en una gran fortaleza acorde con la importancia de los nobles que formaban parte de la citada orden militar.
Y, por supuesto, en una capital de tan alta alcurnia no podía faltar una catedral, la cual se terminó de construir en 1577.
Su interior, al igual que sucede con el de la antes citada iglesia de los jesuitas en Quito, no destaca por unas grandes dimensiones, sino por su esplendorosa decoración interior, con muros tallados y dorados, y con pinturas en las paredes y bóvedas del techo.
La concatedral se dispone con una nave central dividida en dos partes, con el altar mayor como zona principal, y con dos una sucesión de capillas dispuestas a los dos lados de dicha nave central.
Esa fastuosa decoración de estilo barroco se implementó con posterioridad, pues fue en el siglo XVII cuando tras la llegada del estilo barroco se encargó la nueva decoración al artistas calabrés Mattia Preti.
A destacar que la piedras de los muros de la iglesia se tallaron directamente en el sitio, en vez de utilizar la técnica habitual del estucado.
Fíjate también en el suelo de la nave central, un verdadero tesoro, con lápidas de mármol que muestran una fastuosa decoración con símbolos y representaciones de historias de los más importantes caballeros.
Como he comentado, en ambos lados de la nave central se disponen ocho capillas, las cuales están dedicadas a las distintas secciones (o lenguas) de la Orden de Malta.
Por ejemplo podrás ver las capillas de Aragón, de Francia, de Italia o la Anglo-bávara. La visita de la concatedral de San Juan de La Valeta la vas a completar en el museo donde podrás ver pinturas de Caravaggio en la sala del antiguo Oratorio.
En concreto, una de las grandes obra maestras del pintor italiano, La Decapitación de San Juan Bautista, que es el lienzo más grande que pinto el artista del siglo XVI y que es el mejor ejemplo de su técnica del claroscuro.