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Abrazados a la nostalgia autoimpuesta por ese mítico show bajo un tormentoso cielo de 2008 que, como toda expectativa exagerada, no encontró cumplimiento en la realidad, el show de Motley Crüe ayer en Parque Sarmiento fue de menor a mayor y con algunos altibajos en el medio.
Los primeros temas fueron los que más perjudicados salieron, y eso tanto por el sonido contrario al que había mostrado Def Leppard (ver post) especialmente de la batería, como de la voz cada vez más desgastada de Vince Neil. No es que el tipo haya sido un émulo de Plant en su juventud, pero sus cuerdas vocales ya son un meme permanente que ayer escupía jeroglíficos inenetendibles, cuyo punto más crítico fue durante "Saints Of LA". De ahí en adelante, la banda pareció cobrar más luz y robustez, incluso en la voz de su frontman, se despabiló y puso tercera.
No es que después de esos primeros traspiés no se hayan sucedido otros, pero el agite que imponía la catarata permanente de hits, el aura de fiesta que desde el inicio de su carrera rodeó a la banda y la fascinación por el revival ochentoso motorizado por 'The Dirt' lograron conjurar un show que, como un cumpleaños de 50, fue desprolijo pero fiestero, exagerado por el revival pero show de rock al fin y al cabo, ni más ni menos que eso.
Y en esa fusión a mitad de camino entre pasado y presente mucho tuvieron que ver las nuevas generaciones, que también estuvieron presentes e hicieron del show un espectáculo multi target como ya sucede con otras bandas.
Párrafo aparte para John5, la nueva joyita de la banda que se calzó un traje que, gracias a su virtuosismo, le queda sobradamente holgado durante las casi dos horas de presentación.
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