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El Niño que Aprendió a Soñar
Una creación de Pxel Studio Audiovisuales
Había una vez un niño llamado Nico, que desde muy pequeño tenía una curiosidad infinita por el mundo que lo rodeaba. Sus ojos brillaban con cada nueva aventura que imaginaba, pero había algo que lo inquietaba: sus sueños siempre eran borrosos, como si faltara una chispa de magia en ellos. Se sentía atrapado, sin saber cómo soñar de verdad, cómo hacer que esos sueños lo llenaran de emoción y esperanza.
Un día, caminando por el bosque cercano a su casa, Nico se encontró con un anciano de aspecto sabio. Su mirada era profunda y sus gestos tranquilos. Se llamaba Maestro Olin, y todos en el pueblo lo conocían por su sabiduría y serenidad.
-¿Qué te preocupa, pequeño? -le preguntó el maestro.
-No sé cómo soñar -respondió Nico con sinceridad-. Tengo muchos deseos, pero no sé cómo hacerlos realidad, ni siquiera cómo soñarlos de verdad.
El maestro sonrió y le hizo un gesto para que se sentara a su lado.
-Soñar, como todo en la vida, es un arte que se aprende con el tiempo -dijo Olin-. Pero más allá de eso, se trata de algo más profundo: creer en esos sueños. El proceso no es inmediato, pero cada noche, cada día, cuando trabajas con el corazón, te acercas un paso más a tus sueños.
Desde aquel día, Nico comenzó a visitarlo todas las tardes, y poco a poco, Maestro Olin le enseñó el verdadero secreto: la paciencia y la confianza en uno mismo. Nico aprendió que soñar no era solo cerrar los ojos y dejarse llevar por la fantasía, sino también sembrar pequeñas semillas de esfuerzo cada día. A medida que fue creciendo, descubrió que cada acción, por más pequeña que fuera, lo acercaba más a esos anhelos.
Pero lo que más lo sorprendía era lo que sucedía por las noches. Cada vez que cerraba los ojos, un ser luminoso, como un suave destello de estrellas, aparecía ante él. Era el Hada de los Sueños, que lo acompañaba en sus noches más oscuras, susurrándole al oído palabras de ánimo.
-No dejes de creer -le decía-. Los sueños más grandes requieren fe y valentía. Yo estaré aquí, guiándote, pero tú debes seguir caminando.
El tiempo pasó, y Nico se convirtió en un joven lleno de esperanza y determinación. Sus sueños comenzaron a tomar forma en el mundo real. Lo que antes parecía lejano, ahora estaba al alcance de sus manos. El niño que no sabía soñar, ahora era un soñador hecho y derecho, que comprendía que los sueños no solo ocurren mientras dormimos, sino también mientras vivimos.
Reflexión: Los sueños no son solo imágenes que aparecen cuando cerramos los ojos. Son el reflejo de nuestros deseos más profundos, que cobran vida a través del esfuerzo y la creencia en nosotros mismos. Como Nico, todos llevamos dentro la capacidad de soñar en grande, pero también la responsabilidad de trabajar cada día para acercarnos a ellos. Y, aunque el camino sea difícil, siempre habrá luz para guiarnos, si seguimos creyendo.