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Si objetivamente miramos dentro de nosotros mismos, entenderemos la razón... y la locura.
El Balcés es un choque de luces, sombras y colores, fruto del engarce de la luz, la piedra caliza y blanca, y las aguas verdes turquesas de su cauce. El tramo más característico y el que le da nombre, es una prieta cueva por donde converge el cauce, y que se pliega antes de un estirado y sublime pasillo de imponentes y dilatadas paredes que te traspasa, y por el que, por si solo, merece la pena venir hasta aquí.